sábado, 30 de julio de 2011

Por supuesto, la vida es sueño


Llevo en mi interior desde adolescente aquella lección en la clase de literatura dedicada a Calderón de la Barca y sobre todo de su obra "La vida es sueño", cuando finalizando su monologo Segismundo  afirma:  toda la vida es sueño, y los sueños, sueños son.
¿Qué haríamos sin los sueños? Sin esos pequeños sueños que nos llevan a una realidad tal vez inalcanzable, pero la mejor que quisiéramos tener ¿Renunciaríamos a nuestros sueños?
Creo que no, renunciar a un sueño, ese anhelo que moldeamos en nuestras mentes, sería renunciar al Ser Humano que somos,  perder el alma y aceptar la derrota que no ha llegado y en ocasiones creemos cierta por la ausencia del logro que necesitamos o queremos.
Los sueños hay que guardarlos bien, a veces esconderlos pues llegan a ser subversivos, mantenerlos bien cuidados y cuando nos toque partir, si no tuvimos posibilidad de lograrlos, llevarlos  con el propósito de que allá se puedan materializar.
Con eso de los pequeños sueños me quiero referir a un amigo, alguien que tal vez tuvo un pequeño sueño y felizmente lo materializó. En un post titulado Los marcianos llegaron ya, incluí un relato titulado "Una crónica marteana", donde cuento a mi manera acerca de un grupo de amigos aficionados a la astronomía, al estudio de ovnis, viajes espaciales y vida extraterrestre, que se reúnen para festejar el menor distanciamiento entre el planeta Marte y la Tierra. Cuando ocurre ese momento, Febrero, uno de los asistentes levita dirigiéndose por el espacio al planeta rojo. Los asistentes miran al anfitrión, Heredero, esperando que haga lo mismo, él argumenta que aún le queda por hacer algunas cosas en la Tierra, quizás algunos sueños por realizar. Todo eso recordé cuando me llegó su primer @mail que adjuntaba el último lanzamiento del trasbordador espacial Atlantis, filmado personalmente por él y después su crónica donde describe todo lo relacionado con el lanzamiento.
Bien sé que mi amigo Heredero, allá en lo alto de su apartamento en el habanero barrio “El Palmar”, rodeado de aquel antiguo y pavoroso equipo radioaficionado de fabricación soviética, una mesa crujiente la mayoría de las veces sin un plato de comida para justificar su existencia, aquella silla  de dudosa estabilidad que invitaba quedarse de pie, la computadora armada como Frankestein y su gran tesoro: un telescopio que mantenía en  orgullosa clandestinidad, soñaba con un momento similar al que recientemente vivió y ni las grandes carencias materiales que le asediaban en ese momento lo hicieron desistir. Sé que mientras muchos se compadecían por su triste situación, otros se burlaban y un reducido grupo lo estimulábamos, él soñaba.
Por ahí anda ahora con su sueño realizado, ese pequeño sueño que no le ha llenado los bolsillos de dinero pero si el alma de estrellas y una invitación permanente a que no dejemos de soñar.


¿Qué es la vida? Un frenesí.
¿Qué es la vida? Una ilusión,
una sombra, una ficción,
y el mayor bien es pequeño;
que toda la vida es sueño,
y los sueños, sueños son.

        fragmento del monólogo de Segismundo

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