Así dice un conocidísimo “cha cha cha” creado por Enrique Jorrín en la década de los 50, cuando estaban de moda apariciones de platillos voladores influidos por el cine, la radio y la bisoña televisión, todo esto precedido, pienso yo, por la novela de ciencia ficción La Guerra de los mundos de H.G.Wells y el impacto que tuvo al ser adaptada a la radio por el otro Wells, Orson.
Más, no voy a escribir de literatura, ni de música (aunque les sugiero ir escuchando el tema musical mientras lean Los marcianos llegaron ya), sino a relatar lo que pasó con un grupo de amigos medio locos, o locos por completo, allá en La Habana, hace unos años cuando se pronosticó que el planeta Marte tendría su mayor acercamiento a nuestra Tierra. Espero que Ray (Bradbury), no se ponga bravo por el título que le puse.
UNA CRÓNICA MARTEANA
Heredero "El anfitrión" |
El primero en llegar fue Febrero. Ya a eso de las dos y pico de la tarde subía escaleras arriba su pesado y blancuso cuerpo que nadie diría que había sido criado en el pueblo de Cojimar, frente al mar. Trajo seis bolsitas de té, un termo de café - para los cafeteros - y un paquete de galleticas de chocolate con crema de fresa adentro. Llegó al quinto piso con la camisa a cuadros de cuello anárquicamente doblado, empapada de sudor y sus jeans de siempre con manchas de pintura beige regadas por debajo de las rodillas, incluyendo los tenis de marca gastados.
Heredero lo saludó en la puerta, de sobra sabía que Febrero iba a ser el primero en llegar, nunca le pasó por la mente que estuviera ausente al acontecimiento que viviría la humanidad en miles de años: la máxima aproximación del Planeta Marte a La Tierra. Eso había que celebrarlo, aunque sin el protagonismo de la música alborotadora ni el excesivo uso del ron, nada de eso, simplemente se reunirían los amigos y esperarían aquel momento que ocurriría cerca de las seis de la mañana de aquel 27 de Agosto del 2003.
Heredero consiguió vasitos plásticos para el té y cualquier otra bebida que se presentara, porque allí nada estaba prohibido, además resolvió prestado varios bancos de los que se usan para las reuniones del Delegado del barrio, ya que los invitados y seguro los invitados de los invitados, iban a ser unos cuantos y en su casa solo contaban con seis sillas, incluyendo una medio rota.
Febrero lo ayudó a ordenar la casa y después, mientras llegaban los otros se dio a la tarea de medir con un péndulo, la energía de todo lo que le pareció vital, con tan buena suerte que solo le resultó negativa la despedida por un viejo transmisor de la era soviética, que el anfitrión utilizó en sus inicios como radioaficionado y del cual no se había deshecho porque le tenía cariño, aunque lo andaba valorando seriamente pues ocupaba mucho espacio en el caluroso cuarto donde además podían encontrarse otros equipos y tarecos de diferentes generaciones.
A las cuatro en punto llegó A.C. y antes de entrar lo escucharon claramente cuando invitaba a la vecina joven, rubia de pelo corto y short más corto aun, a la “reunióncita” que iba a dar para esperar a Marte. A.C. extrajo de una mochila verde, dos paquetes de perros calientes (congelados) y una bolsa de refresco instantáneo “Piñata” para diez litros, dejando “olvidada” adentro, una botella con desconocido contenido, que los demás presintieron de que se trataba.
A las seis llegaron en el carro del presentador, el cinéfilo, el físico y el presentador por supuesto, casi al instante se detuvo ante el edificio un camión de provincia Habana, se bajaron más de quince personas y miraron desorientados hacia los apartamentos, el que parecía el líder del grupo, que tenía puesta una camisa estrujada hizo el ademan de gritar, pero A.C. en ese momento salió al balcón y sonriendo les dijo - es aquí, suban.
A las ocho y treintiséis minutos aquel apartamento estaba de lo más animado, Febrero le había comprobado la energía a treintiocho de los presentes detectándola negativa solamente en el mulato vestido de blanco que vino en el camión de provincia Habana con la tropa del de la camisa estrujada y Dermis la trigueña de los ojos que gritan. Ni siquiera el físico y el cinéfilo que no se hablaban por cuestiones de protagonismo la tenían negativa.
Febrero, incansable y siempre apurado con su pesado cuerpo, después de ordenarle el aura a dos o tres que se sintieron muy bien al momento, confeccionó un listado para mirar ordenadamente a través del telescopio, por supuesto se puso de segundo precedido por Heredero que era el dueño y le dio al cinéfilo el décimo turno y al físico el veintinueve que no protestó ya que el presentador le cedió el catorce que le tocó, pues lo llamaron “de arriba” por celular indicándole que se presentara de inmediato en la emisora.
Cerca de las diez, la botella de la mochila, que andaba circulando hacía ya un buen rato, estaba agotada y A.C. turbado confesó que contenía un poquito de ron, que compartió con los colegas aficionados a la astronomía de provincia Habana, ya en aquel momento hablaba medio enredado y le había enseñado toda la técnica de radioaficionado que desconocía absolutamente, a la vecina rubia de pelo corto y short más corto aun.
A las once y dieciocho, unos minutos, tres mujeres del grupo de provincia Habana, repartieron los chicharrones que tenían bobos a todo el mundo mientras los iban friendo, Febrero sirvió té y para los que no quisieron el de la camisa estrujada pasó una botella de ron cinco años que el mulato vestido de blanco trajo del camión.
A las doce menos cinco, después de pasar tremendo susto cuando A.C. por poco se cae al tratar de saltar del balcón de Heredero al de la rubia de pelo corto y short más corto aun, llegó el pintor que arregla televisores y que andaba buscando el edificio desde antes de las siete y que pasó varias veces por allí pero como no sintió bulla ni vio ningún cartel alegórico creyó que no era el lugar que buscaba y estuvo dando vueltas desorientado hasta casi la medianoche en que se encontró con Aniceto que iba para la “pachanga de Marte”, aunque le había cogido algo tarde.
Ya por esa hora varios de los presentes observaban en el telescopio instalado en la azotea al planeta rojo que cada vez se acercaba más a una distancia mínima de la tierra en miles de kilómetros. El físico aprovechó e impartió una breve conferencia en las que habló sobre del fenómeno OVNI y lo relacionó con el materialismo dialéctico, al tiempo que el cinéfilo disfrutaba del acontecimiento astral y más adelante impartió otra breve conferencia en la que contradecía todo lo que dijo el físico aunque sin mencionar ni siquiera su nombre.
El físico ripostó sin hablar del cinéfilo quien también volvió a ripostar. A pesar de que solo habían bebido té, se acaloraron y Heredero tuvo que poner orden cuando uno de los dos, no se sabe cuál fue en medio de la corta gritería, amenazó con meterle el telescopio por la cabeza al otro. Al instante apareció Febrero utilizando su persuasión energética y neutralizó el corto desorden.
A las dos y diez, cuando todo estaba tranquilo y cada uno miraba a Marte disciplinadamente por su turno A.C. , procedente del balcón de la vecina rubia del pelo corto y del short más corto aun, saltó en calzoncillos al balcón de Heredero y se refugió furtivamente en el cuarto donde están los equipos de radioaficionado, la computadora y otros tarecos más; el pantalón y el pullover morado que llevaba puesto cayó directamente en las manos de Febrero que se asomó a ver qué pasaba y lo trasladó al caluroso escondite de A.C. Un minuto después arribaba al quinto piso el fotógrafo, esposo de la vecina rubia de pelo corto y short más corto aun, pero en vez de entrar en su apartamento entró al de Heredero integrándose a los presentes, cogió un turno para mirar por el telescopio y mientras esperaba sacó la cámara y se puso a tomar fotos.
El de la camisa estrujada propuso bailar con la música bajita y Heredero le cogió la palabra y sacó a bailar a Eloisa, la del Instituto de Geofísica y Astronomía quien le llevaba como treinta centímetros de estatura, algunos lo imitaron y bailaron al compás de un popurrí de música mexicana que sonaba a esa hora en Radio Enciclopedia: “...corazón, corazón, no me quieras matar corazón...”
A las tres y cuarentitrés, parecía que ya no vendría más nadie, todo transcurría con tranquilidad, exceptuando la retomada polémica entre el físico y el cinéfilo, que se encendió al rojo-marte, cuando el último cuestionó la invitación que le hicieran a su oponente al programa de TV, por parte del presentador y adujo que quizás el físico le sabía algo, después se le escuchó susurrar algo así como:- so mediocre - pero por suerte el otro no lo escuchó. Entonces llegó el cronista y A.C. aprovechó para salir de su involuntario refugio, saludarlo y ayudarlo a subir la bicicleta por la rondana que al efecto puso Heredero y que había cumplido su objetivo dieciocho veces en esa noche. El fotógrafo no se perdió el acontecimiento y tomó una foto que cuando esté revelada puede ser antológica. El cronista entró sudado y sonriente, tratando de arreglar su desordenado cabello, pidió disculpas por la tardanza y aceptó un vaso plástico con té que le ofreció Febrero, el cual sin darse cuenta le salpicó la camiseta blanca que decía New York, New York, como la canción de Frank Sinatra. El de la camisa estrujada, quien no dejaba de bailar aunque en ese momento no había música sino la voz de una locutora hablando de disfunción sexual masculina, le pasó una botella con “ron peleón” y se dio un trago a pico. Aniceto bajó de la azotea impresionado por la cercanía de Marte y con cara de Pupetón el de los muñequitos de palo, muy serio consideró que no habría colisión, le dio la mano al cronista espetándole qué si estaba loco con andar a esa hora en bicicleta, que de milagro no lo asaltaron y los demás que estaban por allí le dieron la razón.
El cronista quiso como es lógico escribir una crónica, pero a esa hora poco podía hacer e intentó preguntar qué había ocurrido hasta ese momento, pero todo el mundo andaba en lo suyo: mirando a través del telescopio, tomando fotos, bailando con Radio Enciclopedia aunque hubiera una voz femenina hablando de disfunción sexual en los hombres, bebiendo té o ron, polemizando, cuidando que uno no le metiera el telescopio por la cabeza al prójimo, detectando la energía y otras cosas de mayor o menor importancia para que aquella gente sana lo considerará a esa hora un soberano intruso con amplia vocación de curioso.
Entonces el cronista desilusionado, como cronista al fin decidió inventar su crónica, su crónica Marteana, pidió permiso a Heredero, entró al cuarto lleno de equipos, tarecos y calor, tomó asiento sobre una caja, frente a la computadora e intentó ponerse a escribir como siempre, con dos dedos.
A las seis y doce minutos aproximadamente, todos estaban en la azotea asistiendo al acontecimiento que solo se repetiría en miles de años, Marte se encontraba en el punto más cercano a la Tierra. Fue en aquel momento cuando Febrero miró al planeta rojo, extendió solemnemente sus brazos y levitó, sus tenis de marca, gastados y manchados con pintura beige al igual que la parte de abajo de sus pantalones se separaron del piso de la azotea unos cincuenta centímetros, después abrió los brazos y miró a sus amigos con la triste alegría del que se va, ellos ni se sorprendieron, ni se asombraron cuando lo vieron salir despedido a gran velocidad hacia Marte. Algunos miraron interrogantes a Heredero, pero él, muy serio, pasándose el pulgar derecho por el bigotico dijo que todavía, que aún le quedaban por hacer algunas cosas en la tierra, lo entendieron y siguieron mirando al cielo.
A todos los que les tocó el turno para mirar a través del telescopio, aseguraron que una luz brillante, que sin dudas era Febrero, viajaba a gran velocidad con rumbo al “cercano” Marte.
A las ocho y cuarenticinco de la mañana, ya era un día de sol bueno, casi todo se habían marchado satisfechos y alegres, otros se despedían de Heredero en la puerta. Mientras, en el caluroso cuarto donde reposaban los equipos y tarecos, al cronista que escribía con dos dedos, no le salía ninguna crónica.
Que recuerdos compadre....
ResponderEliminarBuenos tiempos....
muy bueno este blog me remonta a esa epoca que vivi de la que a veces participe y me trae muy gratos Recuerdo te quedo muy bueno lo del pintor que arregla Tv ahora me sirvio esa experiencia para cacharrear aqui en la yuma , el senor Heredero sigue siendo el mismo con sus cosas de radio aficionado y astronomia pero con toda la libertad que puedas imaginarte , AC son las iniciales de nuestro amigo escultor estudioso de los aborigenes , al reves me imagino
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