sábado, 26 de noviembre de 2011

La médula del módulo

La palabra módulo tiene varias acepciones que van desde aspectos arquitectónicos hasta con el vestuario, o qué cubano de estos tiempos no sabe qué es un módulo de ropa, porque he oído muchas veces la frase; - esa pincha (trabajo) está buena, dan java y hasta un módulo de ropa. 
Pero no es a este ni a otros de los tantos módulos que existen a lo que quiero referirme, hoy quiero escribir sobre  la enseñanza por módulos o enseñanza modular algo muy de moda en los centros educativos locales.
Esta forma de enseñanza se caracteriza por impartir una materia de forma intensiva, donde el profesor se apoya mucho en el aprendizaje de forma individual del estudiante. Me parece bien, muy practica sobre todo para postgrado o para utilizarla en horarios en que los alumnos quienes además son trabajadores puedan optimizar y así el tiempo que le queda disponible para estudiar. De esa forma  creo empezó pero ya se ha contaminado tanto que en la mayoría de las universidades es la única opción de estudios y lo mismo se aplica en los horarios nocturnos que los diurnos con estudiantes recientemente egresados de colegio. 
A mi entender tiene varios inconvenientes, el primero es que los alumnos permanecen menos tiempo frente al profesor y este en 20 días, que es lo que dura aproximadamente cada módulo apenas tiene tiempo de conocerlos y sobre todo evaluarlos. La premura trae también como consecuencia que en ese periodo de tiempo, que en ocasiones se hace más corto si se tiene en cuenta días de exámenes, feriados, paros, marchas y bloqueos, el docente tenga que  contraer la ya resumida materia planificada y en ocasiones hasta dejar de impartir parte de su contenido. El poco tiempo que tiene para corregir o calificar exámenes, trabajos prácticos u otras evaluaciones también conspira contra una buena enseñanza. 
Ah, pero por dónde anda la médula de esta enseñanza por módulos, creo que en la cuestión económica. Tengo un amigo docente que dice que las universidades privadas de Santa Cruz se manejan como ventas, tiene toda la razón, con el sistema por módulos la universidad no utiliza en gran medida profesores a tiempo completo osea que contrata profesionales que regularmente desempeñan otra actividad y en sus ratos libres imparten clases limitando de esta forma  el número de profesionales dedicados totalmente a la docencia lo que requiere de una mayor preparación e investigación, esto trae como consecuencia librarse de sus responsabilidades establecidas en la ley general del trabajo,  en cuanto a beneficios sociales que incluye vacaciones, aguinaldos, seguridad social y otros. Generalmente contratan al docente por un mes o tal vez dos, después un periodo de tiempo sin trabajar para que este no se considere fijo. Otra de las ventajas (para los empleadores por supuesto), es que si un docente se molesta por esa arraigada costumbre en algunas universidades de pagar los sueldo con un mes de retraso al menos, no se retiren en medio de la asignatura sino cuando termina el módulo, que si ocurriera en el sistema semestral les traería un buen problema. Con el alumno pasa igual, si no paga no entra al próximo módulo lo que en el otro sistema le sería algo engorroso.
Lo cierto de todo esto es que la enseñanza se ha comercializado en exceso, lo que prima es la utilidad monetaria y no la preparación del estudiante que trae consigo un profesional en muchos casos mediocre y poco competitivo quien al graduarse muchas veces no tiene idea de qué es lo que se hace en su profesión y si tiene que salir del exterior se ve tan minimizado que opta por dedicarse a otras oupaciones de menor valía. 
Esto que digo es solo una fisura dentro de la inmensa  grieta del sistema educativo en la educación superior en las universidades privadas. 
Algunos amigos me han aconsejado que no escriba acerca de esto pues sería difícil (más difícil), que me contraten en las universidades privadas. Pero no me quiero quedar con eso por dentro, además tengo  esperanza que los directivos de esos centros educacionales no lean mucho y menos a este autor que solo intenta contribuir con su opinión a que las cosas sean un poquito mejores, a que los aludidos(a) sean un poco menos egoístas y apuesten más sobre el futuro de Bolivia.

Fragmento de la novela “Sobre los rojos tejados de Santa Cruz”

Para su sorpresa solamente estaba el jefe de la carrera quien secamente lo invitó a sentar frente a su escritorio, se reclinó en el asiento y sin mucho preámbulo le dijo:
-        Doctor quiero ser breve y que usted me entienda pues ya esto lo hemos hablando varias veces, el tema es que tiene demasiados aplazados y me van a pedir cuentas a mí por eso.
-        Yo creo que también le dije  doctor, que si los estudiantes no saben es imposible hacerlos aprobar, le reitero que aquí preparamos estudiantes para que sean médicos, para salvar vidas y si no aprenden qué vamos a esperar de ellos, conmigo no cuente para eso.
-        Dijese de guevadas doctor Cuellar, recuerde que esto también es negocio, los estudiantes además de alumnos son clientes, pagan hombre y no podemos estar haciendo que se retiren o se vayan a otra universidad, cuando el Directorio me llame no sé qué voy a decir y no voy a perder mi puesto por su incompetencia.
-        Si es incompetencia aplazar a un estudiante que tiene menos de 51 puntos me puede ir considerando un incompetente,  pero no lo voy a hacer.
-        Pucha, entonces retírese doctor, aquí estamos para ganar plata y no andarnos con esas pelotudeses.




jueves, 17 de noviembre de 2011

Semana de cumpleaños




Hoy mi Habana cumple 492 años, pudieran parecer muchos pero mi ciudad aun es adolescente, adolece de tantas cosas... , pero no quiero hablar de ello, es mejor mencionar sus encantos, esas calles por donde tanto he andado, sus murallas, la ceiba del Templete, la bahía y su túnel que comunica con el otro lado. La Habana es algo impresionante, más que esa postal turística que tanto se vende, es la raíz , es un sentido de la vida, resultado del español aventurero, del pirata que la asedió, del negro traído a la fuerza de África, mezclado con el indio, el colonizador y hasta con el chino. Los habaneros somos eso, una mezcla maravillosa  en ocasiones irreal pero única, respiramos la calles, las fortalezas, el tambor y la guitarra, el hablar a gritos, la incontenible creatividad, la inseparable insatisfacción y critica de todo con lo que no estemos de acuerdo. 
Mi ciudad emergida cumple años, mi ciudad de bohemios corsarios y dóciles bucaneros, de leyendas, rones y bulla, mi ciudad de nosotros habaneros regados por el mundo, mi ciudad que es mía, de todos los cubanos y de quien venga de fuera y la ame.
No estoy presente pero, aunque al revés, le doy en mi pensamiento una vuelta a la ceiba pidiéndole en silencio, porque los deseos para que se cumplan no se pueden decir.
El otro cumpleaños de esta semana (el 19) es de otro habanero, se llama Fabio y es mi hijo más "pequeño". Cuando salí de Cuba apenas sobrepasaba mi cintura, tenía diez años. Actualmente mi cabeza apenas alcanza su hombro. Han sido siete duros años de ausencia en que he perdido su risa al salir de la escuela, sus inquietudes, sus remates en la net, sus jonrones...ha sido un largo tiempo donde no han estado abrazos y regaños, complicidades y alegrías. En sus 17 lo extraño más que al mar, incluso más que a La Habana, pero está ahí, esperándome y se que nos volveremos a reunir. Felicidades a esos dos adolescentes gigantes, Fabio y La Habana. Volveremos a estar juntos. 















sábado, 12 de noviembre de 2011

El orador y las croquetas

Siento nostalgia por las croquetas, aquí no hay, no se conoce en esta tierra de tan variada cultura culinaria. La croqueta no se olvida ni aun lejos, hasta aquellas que le decíamos rascacielos porque se pegaban en el cielo de la boca me parecen en la distancia un apetecible manjar. Tal vez por mi ansia de comer croquetas fue que desempolvé este cuento basado en algo que realmente ocurrió en mi Habana en los primeros años de este siglo XXI.


El orador y las croquetas

Por fin la "juventud" pudo reunir a un grupo de estudiantes aburridos y a fuerza de “persuasión” los llevaron hasta el estrecho lugar donde se develaría el busto del prócer cuyo nombre lleva el recinto estudiantil. Llamas fue (lógicamente), el designado para ser el orador del día y preparó un discurso que como buen discurso a lo cubano no terminaba nunca y los bostezos y el  -“ñó”- ya comenzaban a escucharse junto al murmullo que  amenazaba convertirse en escándalo. En eso llegó Ignacio con su portafolios modelo dirigente años 70, cargado hasta el tope de panes con croquetas, guayaba, gandinga u otro producto que bien podía venir adornado con  una rosca de tomate, una hoja de lechuga y que nunca le faltaba su rocío de salsita - todo a dos pesos, porqué la vida está muy dura mi hermano - agregaba con cara de lastima.  
Escaleras arriba escuchó al orador quien ya hacía buen rato había dejado atrás la biografía del prócer y ahora se dedicaba a echarle con el rayo al enemigo culpándolo de todos los males y dificultades que agobiaban por todas partes. Ignacio superaba el primer descanso cuando se percató de lo que ocurría y en silencio decidió bajar retrocediendo lentamente, sabía bien lo que ocurriría si aquellos espectadores descubrieran su presencia, pero en su retroceder lento y silencioso no se percató de la estudiante que subía al acto con un desgano y cara de disgusto como si fuera a la silla eléctrica y allí mismo se produjo la fatal colisión. - ¡¡Ignacio!! - exclamó ella llena de felicidad al descubrir al hombre que se detuvo aterrorizado al calcular las consecuencias de aquel jubilo, pero al instante se recuperó alejándose primeramente con paso disimuladamente apurado y después corriendo a todo lo que daban sus piernas sin la más mínima discreción.
Los estudiantes escucharon el grito de la muchacha y al unísono todos voltearon sus rostros
 - Es Ignacio - dijo alegremente un trigueñito que llevaba al hombro una mochila con las tortugas ninjas - trae panes con croqueta - agregó una mulata grandísima. Y no sé habló más, escaleras abajo se lanzaron todos a tropel detrás del pobre Ignacio
- Dame un pan con croqueta de pescado - gritaba al borde de la histeria la alumna que lo descubrió creyéndose lógicamente la que más derecho tenía - y a mi dos de pasta de oca - tronó un negrito chiquito -Yanisleidy, cojéeme uno de croqueta de pescado sin cebolla, que te lo pago después - casi rogó un mulatico afeminado y rezagado a una bella rubia que iba a la vanguardia.
Y arriba quedó solo frente al prócer el orador sin saber que hacer, entonces tiró el discurso plasmado en innumerables cuartillas dentro de su portafolios inmenso (que Ignacio hubiera envidiado para cargar más panes con croquetas aun), y corrió detrás de los estudiantes quienes ya se perdían en el bosquecito cercano en pos del vendedor.
El orador llegó agitado y sudado al grupo de estudiantes que hacían una disciplinada cola para comprar la mercancía alimenticia que ofertaba Ignacio. La fila avanzaba rápido porque en realidad el vendedor era un tipo muy eficiente y organizado,  clasificaba su oferta escribiendo el contenido en  hojas de papel donde envolvía los panes, que antes fueron modelos de controles absurdos que nunca se usaron y que Ignacio rescató de un almacén lleno de otras cosas también inútiles, agilizando de esta forma la venta.
El de la mochila con las tortugas ninjas acababa de comprar un pan con croqueta de tilapia - Está riquísima, le eché salsita y una rosquita de tomate maduro como a ti te gusta - promocionaba Ignacio sonriente cuando apareció el orador. Todos quedaron petrificados mirando al vendedor que con rostro aterrorizado avizoraba su triste futuro, expulsado de por vida de aquel recinto que amaba tanto y le reportaba - una tierrita pa compensar la basura de jubilación que no me alcanza ni para la primera semana -  y por supuesto con una buena multa por la cabeza si salía bien y no iba por un tiempito a la cárcel. El orador se detuvo mirando uno por uno a los estudiantes quienes disimulaban como si fueran invisibles, abrió su gigantesco portafolios y los pobres muchachos lo comprendieron todo, en un momento extraería los papeles y continuaría allí mismo el tedioso discurso al que seguramente agregaría al menos una hora extra para descargarles sobre su reprochable actitud ante aquel  vendedor ilegal con quien ya se tomarían las medidas pertinentes. Después de interminables segundos de escarbar en su extraordinario portafolios sonrió malicioso, ya tenía todo lo que buscaba, así mientras sacaba su mano, miró al tembloroso vendedor y ya con los dos pesos visibles dijo - Ignacio, mi hermano dame uno de gandinga, tu sabes que a mi me encanta, además como la cocina está rota hoy no tenemos almuerzo y yo tengo sexto turno - y pagando su pan con croqueta de gandinga que además de salsita y tomate llevaba lechuguita porqué Ignacio se lo dijo bajito, se alejó de lo más contento del bosquecito ante la mirada atónita de los estudiantes que aunque se les coló, ni se molestaron.   

miércoles, 2 de noviembre de 2011

Tejedor... a sus boleros


Un día como hoy 2 de noviembre, hace 20 años falleció el bolerista cubano José Tejedor. Tejedor, como se le conoce popularmente fue uno de esos fenómenos de popularidad en Cuba.
A  pesar que la televisión llegó entre las primeras del mudo a nuestra isla, en el remoto 1950, la radio mantuvo y ha mantenido una armonía muy cohesionada con ese poderoso medio echando por tierra las erradas predicciones de que la imagen y el sonido la desplazarían.  Solamente había que andar por los calurosos mediodias de La Habana para escuchar casi de casa en casa las radios a todo lo alto escuchando los programas con los boleros lacrimogenos y suplicantes en la voz de Tejedor acompañado por su inseparable Luis. Aquel ciego maravilloso "paraba el transito" donde quiera que apareciera, su potente voz hacía saltar el corazón de no pocas mujeres, algunas de las que por no saber cómo era físicamente lo imaginaban simplemente a su gusto
No había espacio geografico en todo el territorio nacional donde no sonara su melodiosa voz. Vitrolas, radios, tocadiscos, televisores y hasta entonado en bares y cantinas por sus más aserrimos imitadores, pasados o no de copas.
Los nombres de los programas alternaban según el gusto de sus productores y la hora de transmisión, desde "En la tarde con Tejedor", "Al mediodia con Tejedor", "En la noche con Tejedor" e incluso uno muy cursi: "En el albergue con Tejedor," titulo orientado a los trabajadores de la quimérica zafra azucarera de los llamados Diez Millones. 
Cuando intentaba dar mis primeros pasos como locutor radial uno de mis maestros y consejero se llamo Ángel Marin, locutor de la pequeña emisora regional Radio Marianao y gran amigo de Tejedor. La popularidad que alcanzó Marin con su programa "Al mediodía con Tejedor" era notable, yo mismo en varias ocasiones le entregaba el maso de cartas de admiradoras de ambos que alcanzaban a través de su programa en vivo de lunes a viernes. Tal vez eso fue el motivo de una presunta, callada e insignificante diferencia entre ambos o al menos fue lo que entendí  aquella noche en que el programa dirigido por mi tío se transmitió  desde el hospital Ortopédico Frank País en un intento de alegrar a los internos que muchos llevaban largos meses ingresados en ese centro hospitalario. Sin dudar un grupo de populares músicos aceptaron la invitación y entre ellos, por supuesto, Tejedor y Luis acompañados de Marín en su rol de presentador. 
Antes de la emisión nos invitaron a la cafetería del hospital y cuando nos distribuyeron a las mesas me tocó sentarme junto a Tejedor, Luis y Marín. Como acostumbraba en aquellos años entrando en la adolescencia ni hablé, solo me senté a esperar la merienda y escuchar. Alguien pidió que fueran a buscar el refrigerio, Marín sin titubear lo hizo y mientras el sonido de sus pasos se alejaba Tejedor quien no se había percatado de mi presencia hizo a su compañero de dúo la pregunta para mi ingenua pero que una vez que yo hice el cuento provocó una carcajada de mis mayores: - Oye  Luis ¿Marín está más madurito que yo, verdad?
La otra anécdota fue la primera vez que Tejedor visitaba mi casa, era el final de la tarde, mi madre regresaba del trabajo y antes de llegar  escuchó el rumor de los vecinos que allá estaba Tejedor. Echó a andar lo más rápido que pudo, era una de sus grandes fans y no podía perder la oportunidad de conocer personalmente a quien para ella y muchos más era el mejor cantante del mundo. Entró sin aliento a la casa. Allí en el patio parte de la familia conversaba con el cantante que no era quien le habían dicho sino Barbarito Diez, otro hito de la música cubana, rápidamente fue presentada al hombre de tan melodiosa voz y ella aun perturbada por el cambio de cantante solo se atuvo a decir ingenuamente:- ah, yo creía que era Tejedor.
Vagando, por el camino de la vida, sin que ya nadie me diga  cheo ni yo mismo me catalogue de ello logré reencontrarme con Tejedor y sus boleros. Ahora me siento afortunado de haberlo conocido personalmente, de estar tantas veces frente a él que nunca me vio, de saber que está por siempre ahí con Luis, la guitarra y su enorme voz tejiendo  la vida con sus boleros.