sábado, 20 de febrero de 2021

Roma. Un camino empedrado de sueños

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Roma fue durante mi niñez, adolescencia, juventud e incluso siendo adulto y profesional, un lugar tan remotamente lejano, no solo en tiempo y distancia, que nunca me atreví soñar que un día visitaría.

Recuerdo que por aquellos tiempos la única, lejana y sensata posibilidad de trascender las fronteras de mí no tan pequeña isla, era, si fuese seleccionado a estudiar en alguno de los países que componían el bloque socialista europeo u otro país de nuestro entorno que acogía efímeramente el proceso del camino al socialismo.

Las restantes, no tan cuerdas, consistía en armar una balsa exponiéndonos a no sé cuántas adversidades para intentar llegar a las costas americanas, lo que costó miles de vidas, idea que jamás se me ocurrió, o cumplir misión internacionalista, ósea participar en alguna guerra ajena, con igual posibilidad de no regresar vivo. 

Así tan desempedrado estaba el camino a Roma, a pesar que siempre había escuchado decir que  todos conducían hacía allá. Sin embargó, un día calzado de libertad y alegría eché a andar y hasta Roma no paré.  

Roma bien vale la pena, sus ruinas hacen entender la grandeza de la humanidad para de buenas intenciones empedrar en nuestras mentes el camino que nos conduzca hacía lo que incluso nunca hemos soñado.