miércoles, 27 de abril de 2011

Desayuno café con tele

A eso de las seis y media de la mañana me despertó el autoritario y ridículo timbre del reloj chino que descansa sobre la tele, quien debía despertarse era mi mujer, yo no, no necesito despertador, - ¿quién coño ha visto un desempleado con reloj despertador?- los desempleados no necesitamos despertarnos, siempre estamos dormidos, o mejor, soñando con un trabajo que no llega, por eso a tientas me levanté de la cama y procedí a apagar aquel tortuoso ruido. Cuando ya me disponía a dormir de nuevo me despertó otro ruido peor aún, a lo auditivo se agregaba lo visual: la televisión que automáticamente se  activó programada la noche antes por la bella durmiente que reposaba en mi cama y ni cuenta se dio de ambas alarmas que cuidadosamente había  ordenado, pero mejor que siguiera durmiendo y así no se ponía hacer zapping por los canales que compiten por  ver quién lo hace peor.
Lamentablemente, y digo así porque preferiría despertar con música o hasta con un sermón, la pequeña pantalla se iluminó con UNITEL, preferida de ella porque pone la hora y la presunta temperatura debajo, bien pequeño y cuando no hay comerciales. Al momento las sonrisas soñolientas de un grupo de presentadores tratando de alegrarnos la mañana en un plano general digno de cualquier western clásico o espagueti, así, de cuerpo entero, sin atinar  a saber cómo pararse ni dónde poner sus manos, por lo que uno de ellos no cesaba (nunca cesa) de intentar meter bien la camisa por dentro del pantalón, el otro se rascaba la nuca y la chica, alta como un pino, en ocasiones ponía sus hermosas piernas una detrás de otra dando la impresión que en cualquier momento caería al piso ruidosamente, afortunadamente  no ocurrió.
Lo que siempre me pregunto es  ¿porqué abusan tanto del plano general en la pequeña pantalla?  Aunque el tamaño de los receptores ha aumentado, todavía no es suficientemente grande, la televisión es el arte del primer plano, explotar los rostros, los objetos, los detalles y eso es cosa olvidada o no aprendida por la mayoría de los productores que prefieren dejar el plano abierto aunque  se vea lo innecesario y lo que no.
Más adelante otra cosa que considero un error de dramaturgia, es cuando alguien entra al set (casi siempre modelos con escasa ropa), se exhiben y luego de comerciales vuelven a entrar sin habernos dado una perspectiva de cuándo salieron, recuerdo que esto se lo señaló una vez un colega a un conocido productor por aquel entonces del programa mañanero de UNITEL, dice que no le replicó, respuesta que él entendió muy bien y nunca volvió a decirle, fue lo más acertado ya que su costumbre de dirigir a gritos es bien conocida, tal vez sea un estilo de trabajo al que yo una vez recuerdo me negué a usar cuando un asistente  de un programa que producía me  alertó:
- licen, al boliviano le gusta que lo traten - no le creí pero desde hace un  par de años es él quien dirige ese programa todavía en pantalla. Aun así no pondré en práctica su consejo, creo más en la cordialidad y en el primer plano, creo que la potencialidad de cada ser humano es posible extraerla sin coacción ni intimidación.
Cuando llegué con el café ya mi esposa había despertado, como preví se había apoderado del mando haciendo su habitual recorrido por los diferentes canales, de nuevo lo mismo con lo mismo, pero no voy a dar detalles pues si sigo comentando, el exiguo mercado laboral al que pudiera aspirar cada vez se acorta más.

viernes, 22 de abril de 2011

Lo importante o no de nacer un 29 de febrero

Haber nacido un 29 de febrero solo nos hace diferente a  personas que nacieron en los restantes 1460 días en un periodo de 4 años, no creo que seamos especiales y mucho menos marginados por  aquellos que decidieron agregar las 6 horas “sobrantes” debido a la rotación de la tierra y agregárselas  al “pobre” segundo mes del año que nada más le tocaron 28 días.
Lo que sí creo es que somos únicos, aunque en realidad no conozco a mucha gente que ha nacido ese día, que yo recuerde a uno solo,  que por casualidad nos llamamos igual y a quien desde mi niñez  a la que han sobrepasado varios 29 de febrero, no he vuelto a saber. Hace ya algún tiempo recordé una anécdota en la que este  doblemente tocayo más que ser parte era su protagonista, le di alguna forma y la escribí para  formar parte de mi libro de relatos “Pasó en el barrio”

¡Caballero, como gozo¡


Osvaldo era negro y grande para su edad (en aquel tiempo no pasaba de 12 años), con unos grandes labios rojos y exageradamente abultados que no lo salvaban de que alguna vez a la salida de la escuela le cantáramos aquello de - ¿por qué lo mataron? por bembón. También recuerdo que era muy pobre  y vivía con su numerosa familia en una casa de madera que parecía desmoronarse al primer aguacero, allá, al lado de la cañada donde corrían las aguas albañales a cielo abierto.
Siempre tuvo 4 años más que yo y lo recuerdo bien porqué nuestro cumpleaños es el intermitente 29 de febrero, ese día no faltaba a mi casa por nada de la vida (ni los 28 cuando no era bisiesto), siempre llevándome como regalo una moneda de 40 centavos que constituía una fortuna para cualquier niño en ese tiempo. Nunca lo olvidaré, llegaba con su roja sonrisa y con atronadora voz me llamaba por mi otro nombre y me felicitaba entregándome la moneda con el rostro de Camilo Cienfuegos, para después ir a degustar con exquisita educación el kake, con mucho merengue como le gustaba.
En mi memoria de aquel maravilloso tiempo persiste aquel remoto día donde estábamos en la escuelita de Caridad, la temida maestra tuvo que salir y dejarnos por unos momentos solos, aquello fue una tremenda fiesta, nos tiramos papeles y tizas, hablamos alto e incluso hasta se dijeron algunas malas palabras, aunque no de las peores. Mi amigo quién era sin dudas el más divertido en aquel tremendo aquelarre cantó desafinado un corrido mexicano, que era el tema de la aventura que pasaban en ese tiempo por la televisión y hasta bailó un efímero guaguancó desde la cabecera de la mesa de la derecha, pegada a la puerta de entrada donde lo sentaba la maestra Caridad, por ser el de mayor estatura, y todos lo admirábamos como el más entusiasta de lo que ocurría, e inobjetable protagonista de aquella algarabía clandestina.
De pronto, la maestra entró lenta y silenciosamente, todos nos congelamos por un instante para después bajar nuestras manos y cerrar las culpables bocas escandalosas ante el terror que nos inspiraba la profesora ante tal falta, pero Osvaldo no la vio, ni cuenta se dio de nuestra actitud, por eso desde lo más interior de su festiva alma brotó aquella frase a viva voz que 32 años  más tarde recuerdo como si la acabara de  vociferar - ¡Caballero, como gozo! -  La maestra Caridad entró y lo atrapó en medio de su exclamación,  le grito - Osvaldo - mientras lo miró aparentemente furiosa con los ojos retorcidos. No recuerdo si nos regañó o no, eso fue algo intrascendental comparado con aquella frase que incorporé por siempre a mi recuerdo.
Más tarde fui al baño y al regresar a mi asiento en la pacificada aula, escuché furtivamente que la maestra Caridad “ahogada de la risa” le contaba a su hermana  Millo - tuve que aguantarme para no reírme delante de los demás muchachos, pero ese Osvaldo gritando - Caballero, como gozo-, fue único.