- ¿Es buena la comida colombiana que sirven aquí? - Prueba la bandeja paisa- contestó - Es la mejor de Santa Cruz, te lo aseguro...
Tal vez la conversación no fue exactamente así, pero la primera vez que fui al restaurante "El rincón colombiano", sentí esa sensación de estar en un lugar familiar, acogedor, perfecto. Porque la comida que allí sirven es lo que más se me ha parecido a aquellos almuerzos que servían los domingos en mi casa cuando se reunía toda la familia.
Mi efimera estancia en Colombia se circunscribe al aeropuerto de Cali durante una oscura y lloviosa madrugada, que ni sé por qué avatar, la nave en que viajaba rumbo a La Habana aterrizó en suelo colombiano para reabastecerse de combustible, y fue tan rápido que ni nos permitieron bajar a tierra, por lo que mi visión de ese gran país, cuando llego al "Rincón Colombiano", es mayor que la de aquella lluvia intensa cayendo sobre un grupo de cansados aviones sólo distingibles a la luz de los relampagos.
Allí además de acercarnos a la cultura culinaria de Colombia a través de platos como "la bandeja paisa", "el ajiaco", "el sancocho", "los buñuelos y tamales" que parecen escapados de alguna cocina cubana de los años 50, está la esmerada atención de su propietario, "el colombiano" como le llaman todos. No recuerdo haberlo visto sin su sonrisa esparcida por las mesas, las constantes bromas en un idioma que él asegura que es italiano o simplemente su eterna forma de hacernos sentir bien en el rato que visitemos su local y no solamente por su exquisita comida.
Cada vez que visito el Rincón Colombiano, me siento un poco más cerca de Colombia, esa Colombia hermosa y cálida de la cual llevo un pedazo dentro mí.
Nosotros le decimos "El Obelisco" a la gran jeringuilla que preside una de las más centricas avenidas de Marianao, en La Habana, donde se ubican los principales centros hospitalarios de aquella otrora ciudad, descuartizada y rebajada a la categoría de municipio por obra y desgracia de no sé qué decisión. En realidad ese imponente monumento fue erigido en honor al medico y cientifico cubano Carlos J. Finlay (la J es de Juan, pero desconozco si alguien alguna vez al referirse a él menciona su segundo nombre), quien de forma decisiva contribuyó con sus investigaciones a erradicar la fiebre amarilla, flagelo que cobraba miles de vida por aquellos años, sobre todo en latitudes tropicales, especialmente entre los obreros que construían el canal de Panamá.
El aporte fue tan trascendental que la Confederación Médica Panamericana, acordó nombrar cada año el 3 de diciembre, día del nacimiento del eminente médico, como el Día de la Medicina Iberoamericana, festejo de todos los galenos, con la excepción de Bolivia, país que desde 1967 lo hace el 14 de agosto, decisión adoptada según se cuenta, como homenaje a la labor del Inca, que ese día era cuando unicamente salía de sus palacios, motivado por el equinoccio de primavera a recorrer sus posesiones, lo que implicaba que para ese día sus subditos higienizaran sus viviendas como respeto al soberano.
Para mi el 3 de diciembre sigue siendo el Día del Médico, esté donde esté, y tendrá mi felicitación cuanto médico haya en el mundo que ejerza su profesión con la etica que requiere ese noble ejercicio de la medicina.
No puedo dejar pasar por alto lo significativo que era para mi el "Día del médico" cuando en mi familia todos se disponían a homenajear al Dr. Drake, quien no era un pariente muy cercano, pero si muy cerca y muy respetado por su trabajo. Hoy ya hay más médicos y enfermeras licenciadas en la familia, como mi hija y mi hermana...pero en una familia de cubanos jodedores siempre existe una anecdota para cada fecha, esa fue la que recogí de tanto escucharla y la que quiero compartir con quienes me lean.
Día del médico
El tercer día de
diciembre no era un día cualquiera, era el día del médico y con esto se rendía
homenaje al doctor Carlos J. Finlay, descubridor del mosquito aedes aegypti como transmisor de la
fiebre amarilla, que tanta muerte produjera por estas tierras del trópico en los
albores del siglo XIX y principios del XX. Por eso era un día especial y sobre
todo para quien en su familia, aunquefuera un pariente lejano, ostentara el orgullo de tener un médico como
uno de sus miembros.
Y así ocurrió, en aquella familia había un médico
y de los buenos, se llamaba Teodoro Drake, y me consta que aquel mulato alto,
delgado y con innegables gestos amanerados, nada tenía que ver con el famoso
pirata que azotó las costas caribeñas, ni nada de americano y mucho menos de
ingles, nadie ni siquiera lo llamó nunca por su nombre de presidente de los
Estados Unidos; allá en su natal barrio de Pogolottitodos le decíanTeodoro o Teo, y tiempos después cuando a
sangre y fuego logró la investidura de Doctor en Medicina, le llamaban Doctor
Drake, no Dreik como se pronuncia en inglés, sino tal y como se escribe en buen
castellano.
Cuco, su tìo político, un carpintero con más
cultura que cualquier universitario de estos tiempos, erauna de esas personas que más lo apreciaba y
respetaba, pero nunca tanto como para llamarlo doctor, no, nada de eso, siempre
lo denominaba con el económico y cubano “docto”.
Así comenzó todo, un tres de diciembre por los
años cincuenta del siglo pasado en que Cuco, como año tras año, nunca olvidó
felicitar al docto, ni llevarle un modesto presente.
Por esas cosas que no tienen mucha
explicación, en esta tierra a lo que en otras partes se le llama torta o
pastel, aquí le decimos cake,como se
pronuncia en inglés, kei; quizás tenga alguna relación con el famoso “happy
birthday to you”, que casi nadie sabía que quería decir y todos lo cantaban y
todavía lo cantan al compás de desafinados aplausos que repiten los
desorientados y ansiosos niños ante el deseado dulce, que solo piensan en
entrarle a dentelladas sin tanto canto que no entienden.
Pero Cuco, para ser original, sin quererlo, le
llamaba al kake, de la forma como se escribe, utilizando en muchas ocasiones el
diminutivo de cakesito. Y así, cada tres de diciembre, alrededor de la cinco de
la tarde arribaba al Reparto Finlay, donde vivían muchos médicos y por supuesto
el Doctor Drake, quien quizás no lo hacía por eso, sino por la cercanía del
sobrio asentamiento con el barrio de Pogolotti.
Con su cakesito barato siempre llegaba Cuco
puntual a la casa, nunca entraba por la puerta principal, sino por el pasillo
lateral, con sumo cuidado de no dañar las plantas sembradas por el médico, ni
de tropezar con la “dichosa llave del agua para regar las matas" que no sabía a
quien se le ocurrió ponerla allí, que casi no se veía y a cualquiera, como le
ocurrió en dos o tres ocasiones a él, podía tropezar,caer y darse un "mal golpe". Al final del estrecho
corredor estaba la iluminada biblioteca en la que ya le esperaba el reconocido
galeno vestido con pantalón tipo Bermudas, camiseta blanca y sobre su casi
calva cabeza una gorra del Club Marianao de pelota; como calzado llevaba unas
distinguidas pantuflas a la que ambos hombres siempre evadieron decirle
chancletas aunque fuera un nombre bien criollo, todo esto con el fondo musical
de la interpretación al piano de Maria Luisa, la esposa del doctor y sobrina de
Cuco, quien al este llegar interrumpía “La Comparsa” de Lecuona, para ir a
saludarlo. Por su parte el "docto" lo recibía con su impecable sonrisa de tratar
a sus pacientes, dejaba a un lado lo que estuviera leyendo que podía ser
literatura médica, grandes clásicos de la novelística universal, muchas veces
en su idioma original, o quizás su favorito, un cuentero cubano apenas conocido
de nombre Onelio Jorge Cardoso, a quien consideraba unos de los más grandes
escritores a escala mundial. Con suma finura se ponía de pie y afectuosamente
le estrechaba la mano, aceptando el cumplido, mientras que María Luisa casi le
arrebataba de la mano la cajade cartón
rodeada de un fino cordel blanco y rojo, e iba corriendoa la cocina a cortar el dulce en tres grandes
trozos y servirlos en finos platos de postre junto a tres vasos también finos
con limonada. Después hacían un brindis con el referido refresco, que Cuco proponía
a la salud del docto y este siempre agregaba: - y de todos los cubanos -
comían con voracidad de infantes el cakesito y entre bocado y bocado el médico
agasajaba la frescura de la panetela y el sabor del merengue y Cuco orgulloso
argumentaba que lo habían hecho especial para él en la panadería “La esquina de
Raúl”, cuyo propietario eracliente suyo
y relataba que su hermano Miguelito el Grande era marchante de la dulcería de
La Candeal en la Habana, pero él - que va, la mejor dulcería de Marianao y
quizás la mejor de Cuba o del mundo, es la de Raúl.
María Luisa volvía al piano y tocaba “Quiéreme
mucho” a sabiendas que a su esposo no le agradaba porque le parecía una canción
de borrachos, pero a su tío le encantaba, al igual que “Damisela encantadora”,
pues todos conocían que le recordaba un romance que tuvo con una jamaicana en
el puerto de La Guaira, allá en Venezuela años atrás. Ellos movían la cabezaal compás de la música y sin apenas darse
cuenta tarareaban el estribillo “... damisela encantadora, damisela por ti yo
muero...”, hasta que Cuco miraba al cielo, decía que estaba haciendo frialdad, repitiendo elogios y felicitaciones al médico y sin hacerle prácticamente caso
a su sobrina, se marchaba.
Todo esto casi
de igual forma ocurría año tras año, hasta que un día Cuco llegó a la imprenta
“Marianao Alegre”, de su cuñado Luis, para hacer tiempo mientras le terminaban
el encargo en la dulcería que quedaba cerca. Como había teléfono aprovechó y
marcó el número del doctor, que por aquel entonces comenzaba con una B y no con
el 2 utilizado hasta ahora. Pero Cuco no contaba que en la extensión de más
atrás estaba Tirso, su sobrino favorito acechando para gastarle una de sus
consabidas bromas.
El timbre sonó
tres veces, Tirso levantó el teléfono conectado al mismo número y aprovechando
el bullicioso claxon de un camión Mac que pasaba por la Calzada, colgó y
descolgó de nuevo sin que el carpintero se diera cuenta, entonces imitando la afeminada voz del médico dijo:
-Oigo
-Ah,
es usted docto – dijo Cuco, quien ya como siempre había caído fácilmente en la
trampa - felicidades, ¿cómo la está pasando en su día?
-Bien,
muy bien Cuco, usted como siempre, no se olvida –respondió el sobrino tratando
de aguantar la risa.
-Bueno
docto yo solo lo llamé para darle mis congratulaciones por el día del médico y
reiterarle que allá en la tarde iré como siempre a llevarle su cakesito.
-Ay
Cuco, no se ponga bravo – dijo Tirso desde el otro lado a punto de estallar de
risa y sin acordarse de que ya no hablaba tan amanerado -pero ya usted me tiene tan cansado con esos
cakesitos de mierda, por favor hombre busque otra cosa.
-Pero
docto... –
Y no pudo más, quedó petrificado frente al
teléfono, se puso blanco e impávido, no entendía qué pasaba con aquel médico
tan culto y educado que rebasaba los limites de la erudición, utilizando
aquella palabrota, qué diría la familia o el propio colegio médico si se
llegaran a enterar, que vergonzosa situación, no podía creerlo, aquel hombre
era imposible que fuera tan ordinario y de contra malagradecido. Todo esto pasó
en un interminable instante de bochorno por la mente de Cuco que no soltaba el
teléfono soldado a su mano derecha sin saber que decir, hasta que una risa
conocida a través del auricular y después del éter le devolvió la vida, miró
hacia el fondo del local de la imprenta y lo descubrió allí, sentado frente al
buró inmenso, en aquella silla de madera hecha por el mismo y a quien su
sobrina Mariana había confeccionado un suave cojín, porque al decir de ella,
quien a veces era un poco vulgar a pesar de la buena educación recibida - no
hay culo que la resista - se encontraba todavía con el aparato telefónico,
frente a su iluminado rostro su sobrino riendo a carcajadas. Se repuso y ante
la mirada atónita de otras dos sobrinas que también trabajaban en el negocio,
recobró su magnifico color de hoja de tabaco pulida y dijo por el teléfono:
- Coño, yo sabía que eras tú.
Allá en el fondo Tirsono podía parar de reír, sus sobrinas Luisa
María y Ernestina atendiendo al público desde el mostrador al comprender la
broma también rieron aunque discretamente.
Al final Cuco rió también, después y sin que
nadie lo supiera fue al Café Raúl, sé tomó una malta Hatuey y habló con el
propietario de la dulcería para que le cambiara el económico cakesito por
dulces finos.
Y cuentan que hasta que la situación se puso
mala y no hubo nada que regalar, Cuco siguió obsequiando ininterrumpidamente al
docto el día del médico, aunque ya no siempre con los famosos cakesitos.
Hace varios días uno de mis estudiantes me solicitó autorización para ausentarse en algunas clases por motivos familiares, exactamente iba a una ceremonia a su fallecido abuelo que le harían sus familiares por el día de los muertos. Comprensivo, como casi siempre, le di licencia con la condición de que tomara algunas fotos y me las trajera a su regreso.
Las fotografías sin dudas ilustran la tradición boliviana por el día de los muertos en la zona del tropico de Cochabamba, en una remota población donde los familares van desde la noche anterior para durante todo el día ofrendar al muerto con todo lo que gustaba en vida, como hacen, a su forma, en muchos pueblos de hispanoamérica. Me contó el estudiante que se invita a participar del ritual del rezo y llantos a otras personas a quienes le ofrecen a cambio comida, así como a quien no tenga nada.
No podía dejar pasar por alto esto tan nuevo para mi con las imagenes que le agradezco grandemente a Luis Gabriel.
Alguna vez pregunté a un grupo de mis estudiantes si sabían que era un faro, uno levantó la mano y mientras se ponía de pie expresó: - algo que todos debemos tener. Otra chica, de las que se sientan al final, una de esas "...lindas, delgadas, de buen vestir, de mirada esquiva y de falso reir." agrego en tono burlón:-¡siii!- y todos nos dimos cuenta que no tenía la menor idea de qué hablabamos o lo había confundido con algo que posiblemente gravitara en su mente arribista. Es triste que haya gente viva, o suponga que vive, sin saber qué es un faro. Creo que la culpa no es de tener o no salida al mar, porque un faro, esas tremendas torres que se han alzado a través de los años en las costas o cerca de ellas para guiar las embarcaciones y con su potente luz indicar lo agresivo de arrecifes cercanos o que un banco de arena le espera para barar la embarcación, puede estar lo mismo cerca del mar que en lo alto de una montaña, ya que un faro va en nuestras mentes, indicandonos el camino, guiando los pasos a seguir. De todas formas la historia de los faros es apasionante, desde el de Alejandría, una de las Siete Maravillas del Mundo Antiguo, pasando por el de Carapachibey en el extremo sur de la Isla de la Juventud en el archipielago cubano, los faros romanticos o llenos de misterios de las peliculas americanas, los melodramaticos de las argentinas y los tantos y tantos faros regados por el mundo, olvidados, destruidos, reconstruidos o en pleno funcionamiento, siempre nos reflejan una imagen de soledad o sugieren aislamiento propicio para la meditación. Dicen que ya los faros no tienen fareros, faroleros, o como se les llame a sus guardianes, esa gente que escogió vivir en medio de aquella soledad para rutinariamente encender la potente luz al anochecer y apagarla cuando los rayos del sol comienzan a iluminar la gran masa azul de agua. Actualmente la tecnología ha sustituido a muchos de ellos, que solos o con su familia iban a reinar en aquellas torres de paredes circulares llenas de historia y encanto. Siento muchas veces la ausencia de un faro, es la sensación lógica de un costero que fue a parar a un país mediterraneo. Extraño, entre cientos de cosa, la luz girando del faro de El Morro, paseandose en su intermitente y nocturna ronda por los viejos edificios habaneros, sosteniendolos en su inminente caida, o simplemente alumbrandolos.
He recibido un mensaje de mi amigo
Rústico Amores a quien conozco ya hace algunos años. A pesar que nació
después que yo, aun soy más joven que él, eso es algo paradójico, tanto como su
apellido, debió haber sido en plural pues amor ha sido para él uno solo, único.
Más su primer apellido no tuvo oportunidad de escogerlo como su amada Alma
Bolero, quien es el motivo de su angustiante carta.
Me cuenta Rústico, con letra apurada y
nostálgica, que Alma se le ha perdido, que no la encuentra, no responde al
teléfono, ni a los correos y las palomas mensajeras que surcan los aires
cargando sus mensajes, regresan decepcionadas sin una respuesta en sus anillos.
Anda desesperado y ya no está para aquellos menesteres de lanzarse al mar a
buscarla como hizo hace varios años, aunque sí le ha pasado varias veces por su
cabeza, ya sin una gota de cabello, cruzar Los Andes en un globo aerostático y
volver a la aventura de encontrarla, incluso trató en su misiva de convencerme que
con sus conocimientos de meteorología podía sortear las difíciles condiciones climáticas
de la imponente cadena montañosa. En nuestra última conversación por chat le
recomendé esperar, accedió, pero me pidió enconadamente que muestre fragmentos
de su largo epistolario que data de casi 20 años, seguro lo haré aunque voy a
esperar un tiempo, tal vez su Alma Bolero aparezca y no tengamos que despedir a
Rústico Amores en la tristeza de una tarde viendo como su globo se eleva
mientras suelta el poco lastre que sobra de su vida.
Mientras me decía - tú a escribir que
yo me dedico al clima, al tiempo, a las nubes, tormentas y vientos -
también me pidió que apareciera su novela, su pelicula y su canción.
De la serie "Pasó en el barrio" publico este cuento, cuento que fue la triste realidad de unos cuantos.
Boby es un tipo de los
sesenta, aun pasea por el barrio con sus pantalones “campana”, sus botines de
tacón Hollywoody un pullovercon el símbolo de la paz cubriéndole el pecho
mientras canta en voz alta ...”she loves you ye ye ye. Boby se quedó en
aquellos años o mejor como dice él, regresó ya que de allí fue expulsado.
Cuando cumplió los 16
ya tocabael bajo con el grupo musical
“Las bestias tranquilas”, junto a “TonyBotella” y el “Pelo López” los escandalosos guitarristasque eran secundados en la batería por Narciso
“el Ringo”, un moreno bullicioso quién construyó su instrumento sin la ayuda de
nadie ya que el papá de Boby quién había confeccionado el bajo y las guitarras
del grupo no dio pie con bola para poder hacer su instrumento. El amplificador de
su bajo lo armó su socio“El lento”, con
piezas de un viejo radio RCA y la bocina de una victrola (rokola) que suponían se había llevado Tatico del bar
El Escalón, cerrado, abandonado y al borde del derrumbe hacía ya más de 2 años y
que se la vendió en 2 pesos. En realidad el bajo era una joya y hasta podía
“tupir” diciendo que era “yuma”, hasta tal punto que levantó una discreta
envidia entre “el chivo” y Eddy “el bolo”, también bajistas de otros
combos del barrio.
Así Boby alcanzó popularidad local entre las
jovencitas que lo iban a ver sábado por sábado mientras que empapado de sudor y
con los dedos de la mano derecha rojos de pulsar las cuerdas cantaba
melancólicamente y no sin pocos “forros”-...beacause, beacause, I love you -acompañado del casi afinado coro de los demás
integrantes, que en ocasiones ni se entendía por el ruido simplemente se iba la luz.
Pero realmente el "piquete" tenía sus fans que lo seguían adonde quiera que
fueran a tocar, aun en localidades más alejadas como Bauta, SantaFé y Playa de Baracoa e incluso a la remota
Santa Cruz del Norte casi en el límite este de la entonces provincia de La
Habana con Matanzas.
Pero la felicidad de
las fiestas, los ensayos y las aventuras amorosas se le escaparon prácticamente
de golpe aquella mañana en que Germán “el bolchevique”, director de la Escuela
Secundaria donde estudiaba le advirtió tajantemente - Si no te pelas, mañana no
entras aquí - y a Boby no le quedó más remedio que ir a la barberíade la esquina de la escuela y decirle al
barbero - Rebájame un poco a ver si mañana me dejan entrar. Pero el pobre
adolescente no sabía que existía un oscuro y taimado acuerdo entre “el
bolchevique”, “orejita” el temido subteniente de policía y el sectorial de
barberías y peluquerías, en el que se estipulaba que los estudiantes que fueran
a pelarse en las barberías estatales (que eran todas), se les rebajaría el
cabello a la altura de 2,82 centímetros sobre la altura del cuello cabelludo,
tal y como se observaba que usaban en las películaslos jóvenes e invencibles “konsomoles soviéticos”. Boby se entretuvo
leyendo un escrito sobre la infancia deElvis Presley que camuflaba con la portada de una revista Verde Olivo y
no se percató qué pasaba con su pelo hasta que el barbero con gesto sonriente o
más bien burlónlo invitó a que se
mirara al espejo que tenía enfrente al mismo tiempo que extendía su mano
derecha, vieja, huesuda y con manchas de vitíligo en espera de los ochenta
centavos. Ahí fue cuando Bobypudo ver
su cara reflejada y palideció aterrado como el que acaba de ver su propio
cadáver, con rabia interpeló al barbero - Pero ¿qué coño tú me hiciste en la
cabeza?
- Mira compañerito, eso es lo que está
establecido por...
-El coño de tu madre y no te pago ni pinga - y sin quitarse el pañoque lo cubría salió corriendo de la barbería
seguido por el barbero que gritaba furioso.
- Ataja,
se va sin pagarme y se lleva el paño.
Aunque nadie se metió e incluso Toto, quien
sela pasaba todo el día "haciendo media” fuera de lasecundariacon sus compinmches “Cotorra” y “El Crema”, le puso un traspié que lo hizo rodar
ridículamente por el piso ante la risotada burlonade los entusiastas espectadores. Pero Boby se puso
de mala suerte porque al doblar como una flecha por la cafetería “El Kilo”
tropezó nada menos que con el fornido subteniente “orejita” quien haciendo un alarde
policial le puso una llave de estrangulamiento y una vez reducido a la
obediencia lo condujo a punta de pistola Makarov a la barbería seguido por el
maltrecho barbero y la multitud de curiosos que había crecido desde que comenzó
el incidente.
Sentado en el sillón donde minutos antes había
sido despojado de su pelo Boby estaba muy asustado ya que de contra que el
barbero lo acusaba de irse sin pagar y llevarse el mugroso paño, ahora agregaba
que también le había robado la navaja que en realidad se llevó “tatico”
aprovechando el corretaje, aunque por supuesto nadie dijo nada porque sabían
que no podrían probarle al muchacho que había sido él. Mientras “orejita” con
su mal aliento lo amenazaba con mandarlo para la cárcel de menores en 13 y
Paseo o para “el lápiz” en Batabanó. Llegó el director, fue peor porqué le
dio un ataque de histeria y allí mismo lo acusó de diversionismo ideológico por
usar “melenita” y andar oyendo y peor aun cantando canciones en inglés de Los
Beattles y todos esos músicos imperialistas junto al tal Tony Botella del cual
tenía información que era agente de la CIA, al otro “burguesito” que se creía
que porqué era inteligente y sacaba buenas notas podía hacerle juego al
capitalismo y para colmo un negro - que si viviera en los Estados Unidos "ya se lo
hubieran comido los perros".
Así, delante de toda aquella gente que
aplaudió el discurso del “bolchevique", ante la mirada amenazante de
“orejita”, Boby fue expulsado de la escuela.
Un mes y medio después
fue llamado al servicio militar obligatorio y partía a bordo de una rastra
soviética repleta de bisoños y bien pelados reclutas uniformados de verde a una
Unidad Militar de Ayuda a la Producción en la provincia de Camagüey.
Quizá para nadie fueron
tan largos aquellos tres años de servicio militar que en realidad se le
convirtieron en cuatro y medio ya que fue sancionado a uno y medio más por
“rebelión” cuando se cortó la pequeña “moña” que le habían dejado en su rapada
cabeza y el teniente lo metió en el calabozo hasta que le volviera a crecer y
él se cagó en la madre del teniente delante de todos los soldados durante la
información política. Pero entre guardias, poca comida y mucho trabajo,
aguaceros, maniobras y órdenes, muchas órdenes el tiempo pasó y el soldado
Roberto Castro, porque a nadie se le hubiera ocurrido decirle Boby, pero mucho menos nombrarlo por su apellido en la unidad,
volvió a ser civil. Ya era el año 72 y los Beattles se habían separado, los
Brincos eran otros y ni Mike Kennedy cantaba con los Bravos. John Lenon, el ”subversivo”
beattle se había cortado el pelo muy bajito (como lo había hecho con el suyo
aquel barbero que seguía “hijeputeando”) y andaba de “encueruso” con aquella
china fea, quien según los socios más actualizados había sido la causante de la
separación del adorado cuarteto. En la clandestina “dobliu” ponían a otros
grupos pero ya no era lo mismo, a Boby le habían robado sus años 60. Su combo
se desintegró cuando lo “partió” el servicio y cada cual había tomado su
camino, el Pelo se metió a niño bueno yendóse a estudiar becado, a Narciso más nunca le dijeron
Ringo, vendió la batería y se dedicó a hacer tatuajes y a tomar ron del malo. Tony Botella tuvo la peor suerte cuando se ahogó mientras trataba de llegar a
los Estados Unidos en una balsa junto con otros del barrio que tampoco se
salvaron. Boby se hizo un solitario
hablaba poco y jamás volvió a tocar el bajo aunque siguió con su ropaje de los
sesenta, su collar con el crucifijo y escuchando aquella música que intentaron
tantas veces arrancar de sus oídos. La melena en realidad nunca pudo dejársela
muy larga porqué era mal mirado por el sindicato, la administración y el
partido de la carpintería donde trabajaba. Después se casó con Rita (una
pepilla ex admiradora de su banda que con el tiempo se hizo militante de la
juventud comunista) y tuvieron una niña. Fue entonces cuando ella y su familia le
pidieron que dejara toda esa extravagancia y se vistiera como una persona
decente. Quizás por la emoción de ser padre o por cansancio Boby guardó sus
pantalones campana, sus camisas “anchotas”, sus pulóveres y sus collares con
crucifijos. Se vistió con ropa "de la libreta" que vendían en la tienda y envejeció,
envejeció tanto que por poco muere.
En el año 90 ya Boby era un “temba” cuando vio
en una video casetera beta que había traído “el pelo” de un viaje que dio al
extranjero, un concierto de Pink Floyd al pie de las ruinas de lo que fue “El
Muro de Berlín”, entonces su morir se detuvo y se ensilló en sus pantalones
“campana”, se puso sus collares hippies con el crucifijo grande por fuera del
pullover que clamaba peace, love and free y salió a la calle que llevaba tantos
años esperándolo. Mandó al carajo al sindicato, la administración y al partido
de la carpintería, se dejó la melena como John Lenon antes de conocer a “la
china esa” y se puso a trabajar por su cuenta haciendo guitarras eléctricas y
grabando casettes de la música que nadie tenía.
Tiempo después su hija
y su mujer se fueron a Miami cuando "se sacaron el bombo", pero no quiso dejar su tierra
a pesar de que otros que decían que también la amaban, lo odiaron a él y lo
mutilaron de una buena parte de su juventud. Aun así decidió quedarse y solo de
“allá” pidió a su hija quien ya era una mujer, que le enviara música y ahora
Boby sigue siendo un tipo raro, un tipo de los sesentaque trata de mantener su melena blanca y no
se pierde un “Nocturno” los miércoles para acompañar con dos palitos como hacía
Narciso el Ringo, que hoy es un viejo alcohólico, sus canciones de aquella época
que también intenta tararear con su voz apagada que parece renacer en esos
momentos.
Algunos viejos del
barrio (que en realidad tienen menos edad que él), cansados y evidentemente derrotados
aunque parezcan estar de pie, murmuran que Boby fuma marihuana y ve películas
pornográficas e incluso uno que dice haber sido de seguridad del estado contó
en secreto que lo estaban vigilando pues se sospechaba que estaba implicado en
el robo de las gafas del John Lenon del parque, las dos veces. Pero por suerte
ya nadie los atiende aunque los miren atentamente e incluso hasta los aplaudan
como la multitud de curiosos aplaudió al “bolchevique” muchos años antes y Boby
quién recuperó aquellos” años 60que una
vez le robaron, sonríe a todo el que va a su casa a buscar música de aquella
década - porqué él lo tiene todo y lo
que no lo baja de internet - y atiende a todos con igual dedicación aunque
nunca les ha contado a los más jóvenes porqué cruza la calle y se persigna
cuando pasa frente a una barbería.