lunes, 14 de enero de 2013

Esta Habana que encontré



Encontré a La Habana como una ciudad que trata de rencontrar su rumbo sin perder su identidad. Lo que disfruté de diciembre y este inicio de 2013 ha sido, entre otras cosas, el encuentro y compartir con la familia y amigos, todo matizado por un tiempo maravilloso de un cielo bien azul, temperatura muy agradable y la risa, la risa siempre de los cubanos tratando y muchas veces lográndolo, ocultar la montaña de privaciones y el poco espacio que le queda a los anhelos de los de mi generación.
Aun me suena raro y juro que no me ubico en eso de andar a pie por las calles habaneras en horas de la noche, me pesa el miedo de la ciudad en que vivo donde la excepción es llegar “desasaltado” a casa, pero he caminado por barrios de perpetua fama como Los Sitios, Cayo Hueso, Cocosolo, Los Pocitos y Atarés, sin que nadie me mire feo a pesar que en mi bolsillo llevaba lo que para cualquier cubano pudiera significar una fortuna,ósea más de 6 meses de salario, en una moneda que aquí le dicen CUC o simplemente peso.
La Habana no pierde su encanto, la música que ya no cree en prohibiciones se deja escuchar por quienes les gusta. A cada rato paso por alguna calle y el sonido de tumbadoras y cajones acompañada de triangulo eleva plegaria a changó, elegua, obattalá u otra deidad del sincretismo legado de africanos  y españoles que nos dieron una nación orgullosamente mezclada.
No se acaba la alegría en esta ciudad ni en este pueblo, ni 50 años de necesidades, ni otros  que ya nadie está dispuesto a soportar, van a arrebatar ese jolgorio que se llama Cuba.
Detrás de las calles oscuras en la noche, el “no ha entrado agua” o“hace  una hora que no pasa una guagua”, estamos los cubanos  sin decir Feliz Navidad o camuflando el Próspero Año Nuevo en un no sé (ni me interesa ya), cuanto aniversario de una revolución que poco se preocupó por evolucionar y que los viejos bueyes bien cansados no atinan ni adonde están las riendas y lo peor, han perdido (a estas alturas dudo que alguna vez la hayan tenido), tanto la visión, que ni tienen idea de a quién entregarlas.
Pero detrás de todo hay algo que nadie ha podido arrebatarnos: la esperanza, esa que  está en el cielo azul de blancas nubes, en  la sonrisa del guagüero cuando dice a los pasajeros del repleto ómnibus que avancen que el centro está vacío, en  los boleros que cantaba Elena ahora en nuevas bocas, en el reguetón proscripto como Beatles del siglo XXI, en los trozos de aire que conquistan mis hijos con su estatura, en los  nuevos que no dejan de llegar, la simple esperanza de ser humanos diferentes, de ser cubanos.




















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