Encontré a La Habana
como una ciudad que trata de rencontrar su rumbo sin perder su identidad. Lo
que disfruté de diciembre y este inicio de 2013 ha sido, entre otras cosas, el encuentro
y compartir con la familia y amigos, todo matizado por un tiempo maravilloso de
un cielo bien azul, temperatura muy agradable y la risa, la risa siempre de los
cubanos tratando y muchas veces lográndolo, ocultar la montaña de privaciones y
el poco espacio que le queda a los anhelos de los de mi generación.
Aun me suena raro y
juro que no me ubico en eso de andar a pie por las calles habaneras en horas de
la noche, me pesa el miedo de la ciudad en que vivo donde la excepción es
llegar “desasaltado” a casa, pero he caminado por barrios de perpetua fama como
Los Sitios, Cayo Hueso, Cocosolo, Los Pocitos y Atarés, sin que nadie me mire
feo a pesar que en mi bolsillo llevaba lo que para cualquier cubano pudiera
significar una fortuna,ósea más de 6 meses de salario, en una moneda que aquí le
dicen CUC o simplemente peso.
La Habana no pierde
su encanto, la música que ya no cree en prohibiciones se deja escuchar por
quienes les gusta. A cada rato paso por alguna calle y el sonido de tumbadoras
y cajones acompañada de triangulo eleva plegaria a changó, elegua, obattalá u
otra deidad del sincretismo legado de africanos y españoles que nos dieron una nación
orgullosamente mezclada.
No se acaba la
alegría en esta ciudad ni en este pueblo, ni 50 años de necesidades, ni
otros que ya nadie está dispuesto a
soportar, van a arrebatar ese jolgorio que se llama Cuba.
Detrás de las calles
oscuras en la noche, el “no ha entrado agua” o“hace una hora que no pasa una guagua”, estamos los
cubanos sin decir Feliz Navidad o camuflando
el Próspero Año Nuevo en un no sé (ni me interesa ya), cuanto aniversario de
una revolución que poco se preocupó por evolucionar y que los viejos bueyes
bien cansados no atinan ni adonde están las riendas y lo peor, han perdido (a
estas alturas dudo que alguna vez la hayan tenido), tanto la visión, que ni
tienen idea de a quién entregarlas.
Pero detrás de todo
hay algo que nadie ha podido arrebatarnos: la esperanza, esa
que está en el cielo azul de blancas
nubes, en la sonrisa del guagüero cuando
dice a los pasajeros del repleto ómnibus que avancen que el centro está vacío,
en los boleros que cantaba Elena ahora
en nuevas bocas, en el reguetón proscripto como Beatles del siglo XXI, en los
trozos de aire que conquistan mis hijos con su estatura, en los nuevos que no dejan de llegar, la simple
esperanza de ser humanos diferentes, de ser cubanos.
Muy bueno..... saludos hermaono
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