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Escuelita de La Higuera (fotos del autor) |
En la Higuera hay un silencio de esos que ocurren en la espera de malas noticias, es el lugar más solitario que he encontrado en la tierra. No es todavía un caserío olvidado porque allí emergió una leyenda el 9 de octubre de 1967 cuando el suboficial Mario Terán disparó al cuerpo del guerrillero Che Guevara, acabando con su vida. Aun así es un lugar donde no me explico que haya gente.
En la tarde de ayer a más de seis años de mi visita a La Higuera volví a sentir ese silencio que suena, cuando finalizó con la misma magia que empezó el aguacero donde un intenso sol empujó las sombras de gotas de agua contra el cristal creando una inexplicable y fantástica visión. Quise escribir sobre el silencio de La Higuera, pero solo recordaba la absurda tranquilidad que allí encontré. Afortunadamente conservo las notas y alguna fotos de aquel día:
... me fui a La Higuera donde habían matado al Che Guevara 37 años antes,
después de ser capturado en una emboscada el día anterior. Me senté en
el asiento delantero del auto que conducía una mujer (Marina), detrás se
apilaban varias campesinas, la mayor una anciana de más de 80 años comenzó en el momento
de partir una oración pidiendo protección para todos en el viaje. El taxi
empezó a sortear lomas y angostos caminos
llenos de precipicios, el frío era fuerte y aumentaba según subíamos, yo
en esa parte del viaje casi ni hablé, solo me dedicaba a disfrutar del nuevo,
bello y peligroso paisaje, también a escuchar de los chismes que como en Cuba
comentaban las pasajeras y la conductora. Seguimos subiendo y llegamos a una altura de 2755 metros en un lugar llamado El Rodeo, en el cual se bajó una
pasajera, yo seguía admirado mirando como los picos de las montañas me quedaban
abajo, pero ya tenía mucha confianza en la habilidad de la conductora. A la
salida de Valle Grande la vegetación era espesa y frondosa, pero una vez que
comenzamos a subir los árboles eran muy
escasos y la vegetación xerofítica, matizada por tunas y otros arbustos
pequeños, espinosos y exentos de verdor.
En Pucará, otro pueblito
perdido en la historia se bajaron los restantes pasajeros, es un lugar con poco
más de 100 casas, las calles son de lajas y es notable la presencia inca allí
tanto en las construcciones como en la gente que todavía conservan las
tradiciones de aquella cultura.
El recorrido de Pucará a La
Higuera duró más de media hora, el camino era muy malo. A eso de las 10 y media nos
detuvimos, allí debajo en un descampado estaba la quebrada del Yuro o del Churo
como le dicen ellos, quedaba a unos escasos 300 metros pero el frío era grande,
el camino difícil y no me alenté a bajar solo, tomé algunas imágenes con la cámara de video ya que el
polvo de quemas cercanas que le llaman chaqueos y la neblina, junto a lo nublado del día disminuían
mucho la visibilidad. La conductora del auto me sugirió que quizás al regreso se vería mejor.
Pocos minutos después entramos a La Higuera, era el mismo lugar de las fotos de
los libros de textos, de las revistas,
de las ilustraciones del diario del Che Guevara que casi siempre había visto en blanco y negro y se me aparecía de pronto con todos los colores de la vida. Al llegar sentí una sensación extraña,
como si algo me envolviera, era sin dudas el encuentro con una historia tantas
veces escuchada y de la que en los últimos días me había incorporado otras versiones que desconocía.
Acompañado por la taxista fui a
una especie de museo que era una casa donde unos pocos jóvenes visitantes dormían en colchones, allí había varios objetos que dicen
pertenecieron a la guerrilla y que puse en duda sin decírselo a
ellos, filmé algo y me fui a tomar imágenes por todo el pueblo.
Caminé por la única calle de no
mas de 400 metros y con unas 15 casas alrededor en el más absoluto silencio que haya conocido, la poca gente está
acostumbrada a los turistas y yo no era más que eso, claro con la excepción de
ser cubano que hace mucho no pasaba ninguno por allá. Aunque caía una lluvia fina
tardé muy poco en filmar todas las imágenes que quería, después filmé el
exterior de lo que fue la escuela donde murió el Che, que no es más que un
cuarto de cuatro por cinco metros, que ahora lo han arreglado tanto que ya no
se parece a lo que fue. Un señor me abrió la puerta y me mostró lo que había
por dentro que realmente era algo que desvirtuaba lo que de histórico tiene el
lugar, ya que lo habían engalanado con modernos cuadros del guerrillero y un decorado
que nada tiene que ver con eso, luego el señor me habló de que vio cuando
traían al Che con sus compañeros y otras cosas relacionadas con la guerrilla en aquellos días.
Cuando no tenía más
que hacer y pensaba regresar se me acercaron unos bolivianos de un canal de televisión de Valle
Grande, cuando descubrieron que yo era cubano hicimos una gran empatía y me
bombardeaban a preguntas, nos sacamos algunas fotos, conversamos mucho.
Mientras nos retirábamos, un pequeño grupo de pobladores festejaban las ganancias que tuvieron en esos días donde el silencio y el tedio de La Higuera se interrumpió unas horas con la visita de turistas y peregrinos al lugar. Entonaban una canción triste, casi en un susurro, como con miedo de que el viento esparciera su pesar.
Oye Socio esta muy bueno este relato de tu visita bien descriptivo , y felicidades atrasadas pero con los mejores deseos, ya estoy trabajando y tengo poco tiempo casualmente ayer ,hablaba con un senor argentino en le trabajo de el che y de lo loco y maniatico que era ademas de extremista maoita diria yo como un alquaeda del comunismo . muy buena la cancion trata de buscar la lirica(letra) de la cancion traducida al esopanol es bien buena
ResponderEliminarInteresante comentario el realizado hermano, elegante vivencia para corroborar lo visto en la prensa, la televisión y en su propio diario, llegaste a donde muchos queremos llegar. Felicitaciones por tan magnifica crónica.
ResponderEliminarHace ya 12 años de mi visita a la Higuera cuando recién llegué a Bolivia. Es una experiencia histórica y personal que te recomiendo vivas cuando tengas posibilidad.
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