Carnaval de Santa Cruz de la Sierra |
Ese ha sido el motivo por
el cual interrumpí momentáneamente los escritos
que publico periódicamente, y no es que estuviera precisamente
participando del carnaval local sino que en esos tres o cuatro días de festividades,
esta parte del mundo como que se detiene, contaminando a todo el que está su
alrededor.
No me gusta el carnaval y
el de Santa Cruz mucho menos, es según mi criterio
un espectáculo grupal y excesivamente comercial, no pasa de ser una
reunión de amigos que festejan más allá del límite. La connotación cultural poco
o nada se percibe, al menos en los lugares más céntricos porque un
poco más alejado, los residentes originarios de otras regiones
desfilan organizadamente con trajes y temáticas alegóricas que
sí tienen un sentido autóctono.
Es costumbre del carnaval
cruceño el lanzarse agua unos a los otros, tal vez por el calor reinante en
esos días, pero el agua que se tira en baldes o en globos ha evolucionado y puede ser
lo mismo tinta, grasa, fango u otros fluidos de procedencia que no deja dudas
por su impertinente olor. De eso no se salva nadie, ni autos, pasajeros o transeúntes sin importar edad o sexo, incluso hasta en su propia
casa pueden irrumpir los alegres globazos matizando las paredes con esas fragancias que llevan su contenido, dejando una estera de manchas difícilmente de borrar.
Lo indudable es la alegría
del cruceño en esos días, su derroche de entusiasmo para carnavalear, tanto que los que
no lo hacen en ocasiones son hasta mal visto, algo así como si traicionaran su
alegre raza que no puso reparos en quedar sin un peso al final de esos días
cuando todo vuelve a la calma, aunque persistiendo el espíritu carnavalero en
las calles de la ciudad a través de la huella de tinta impregnada sólidamente
las paredes, el intenso olor a cerveza que tanta publicidad mereció
alabando la fiesta grande del cruceño, mezclado con la peste resultante de residuos de la refrescante bebida que evacuaron los bebedores.
Así es el carnaval de
Santa Cruz, lo toma o se va de la ciudad y creo ni de esa forma se logra borrar
su dimensión. Hace algunos años decidí irme con algunos amigos a un retiro huyendo del carnaval, nos fuimos a un
lugar tranquilo, era un grupo grande compuesto en su mayoría por feligreses de una
iglesia evangélica. Todo comenzó bien, cultos religiosos donde el pastor
nunca dejó de advertir sobre los diabólicos excesos de aquella festividad, representación de obras teatrales, danzas, concurso de canto y partidos de fútbol, muy bien
organizado, dos bandos uniformados de diferentes colores conformando, cuando no eran los actores, una animada barra en apoyo a sus equipos. Todo
marchó normalmente hasta el penúltimo día en que durante un partido
de fútbol femenino surgió desde no se supo dónde un globo cargado de
agua sobre una de las barras, sonrisas y respuesta con otro globo que partió
del grupo agredido y allí mismo se formó. No paramos de lanzarnos agua hasta
que llegó la despedida que coincidió con el final del carnaval mundano.
Entonces me di cuenta que no existía escapatoria, en este lugar el agua me tocaría con su
jubilo donde quiera que me escondiera y no me quedó otra opción que decidir: - ¡A
mojarse!
Es realmente penoso que muchos tomen los carnavales como algo que defina la identidad del cruceño y que algunos a su vez pretendan internacionalizar el carnaval. Mientras que existan manifestaciones como este tipo de carnavales en Santa Cruz no saldremos de la condición de provincianos. Es una vergüenza ver como queda la ciudad después de los carnavales. Muy bueno tu comentario aunque sean pocos los que lo entiendan y compartan. No estas solo. Cada vez seremos más los que aborrezcan eso que llaman las más grande fiesta de los cruceños y comprendan el daño que le hacemos a los niños y a la educación regional.
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