viernes, 9 de marzo de 2012

Cuna de cine

Alberto Sordi

Nací en cuna de cine, rodeado por familiares y amigos que no se perdían a las 6 y 20 de la tarde el espacio Cine del Hogar por la diminuta pantalla de un televisor americano infinitamente remendado, para que la fosforecencia de su pantalla verdosa llenaran la sala de mi casa con aquellas películas argentinas, mexicanas y americanas, estas últimas muy admiradas sobre todo si estaban dobladas al español, ya que apenas se podían leer aquellos subtitulos en blanco que en ocasiones era necesario adivinar qué decían los actores o en último caso acudir a algún televidente que alardeara de sus conocimientos de la lengua del enemigo.
Aquellos momentos mágicos fueron tan mágicos que en alguna otra ocasión voy a referirme a la sala de aquella casona llena de gente viendo  televisión, hoy no, hoy la nostalgia me ha entrado por aquel cine no americano (no tengo nada en contra del cine de los Estados Unidos), que me llegó de referencia a través de las conversaciones de los mayores y que tiempo después pude disfrutar cuando a fuerza de empellones lográbamos entrar al cine y conquistar una luneta de madera. 
Lo mejor de aquello era que ya no tenía que ir de la mano de mi abuela o de mis tías quienes veían la película varias veces suspirando por Ives Montand, Jean Marais o casi a punto del desmayo cuando Alain Delon miraba con ojos húmedos a la mulata que decidió no delatarlo en El Samurai. Para este tiempo me acompañaban mis amigos del barrio, especialmente Carlos, el cuarto bate del equipo de béisbol tan fanático como yo, quien hasta en alguna ocasión arrastró a su padre a ver alguna de aquellas comedias italianas, reiterándole que lo que iban a ver no era una pelicula rusa. 
Por aquella época vimos algunos clásicos que  ni sabíamos que lo eran, pero nos gustó. Los nombres de Marccelo Mastroianni, Ugo Tognazzi, por solo citar dos ejemplos, desataban enormes colas frente a los cines, más, mi favorito era aquel actor grandote que no cesaba de enseñar al joven estudiante en el filme italiano La Sorpresa. Ver anunciada una película de Alberto Sordi y salir corriendo en la noche al cine era lo mismo, sin importar que fuera en blanco y negro o reconstruida con varias copias de uso como nos advertían en una cartelito antes de comenzar el filme. A tropel acudíamos también  cuando se mencionaba a Sophia Loren, Claudia Cardinale, Gina Lollobrigida, Monica Vitti o a las francesas Brigitte Bardot o Ursula Andress, con la esperanza de que nos dieran un filo de sus intimidades superiores. 
También nos admirabamos de aquellos filmes del neorrealismo italiano o la nueva ola francesa que ni idea teniamos de su clasificación en las corrientes cinematograficas, pero que nunca nos permitieron tirar el más mínimo pestañazo.  
Ahora nos parece increíble, una sala cinematografica llena de gente de todas las edades disfrutando de una película donde no abundaban tiros, monstruos, ni espectaculares choques de autos, sino buen cine, ese que poco nos importaba que llegara acompañado del fuerte ruido de los ventiladores que intentaban mitigar el calor, sin rositas de maíz, con el rollo que se partía a cada rato interrumpiendo la proyección, ese cine en que risa y reflexión nos encaminaron a pensar mejor.

1 comentario:

  1. Jajajajaja es verdad compadre, porque como yo le dijera al viejo que la película era rusa, no hubiera podido llevármelo al cine. Como era tan socarrón el viejo, siempre al respecto nos contaba dos chistes, el de el niño que no quería comer de ningún modo, hasta que la mamá le amenazaba con ponerle muñequitos checos o rusos, de esos que terminaban en konec jejeje. O el otro, el de el "compañero consciente", único expectador de una película rusa en el cine, el cual cuando fué felicitado por todo el núcleo laboral del cine por su "madurez cultural y su sensibilidad artística, capaz de apreciar el auténtico cine socialista"... y toda esa trova que le meten al socio para darle una medalla de "Gran expectador revolucionario consciente maduro", el tipo lo que estalla en cólera y lo que hace es cagarse en el hp que le había robado las muletas jajajaa. En fin compadre que me has hecho sonreir recordando al viejo y aquellos tiempos. No se me olvidará nunca que viendo esa película de Sordi que la vimos en el cine de la Rampa, pero el que quedaba más cerca del mar bajando por la Rampa, o sea no en el de frente de Copelia, no me acuerdo del nombre, no sé si era el Riviera, bueno no se me olvida que yo durante toda la película no cesaba de preguntarme por qué se llamaba "Il Sorpresa" aquella película¿? y justamente cuando dejé de preguntármelo acabó repentinamente en aquel accidente de coche donde murió, dejándome totalmente impactado. Gracias compadre. Un abrazo. El cuarto bate

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