sábado, 27 de julio de 2013

Lo que debo a Rusia

 
Cartel de la pelicula "Moscú no cree en lágrimas" de Vladímir Menshov

Buscando entre revistas, cuando niño, encontré una de mis favoritas, la de ya desde entonces prescripta Selecciones del Reader´s Digest: Era una vieja publicación de los años cuarenta donde hallé entre sus paginas un articulo titulado "Lo que no sabemos de la URSS". Mi adolescente mente, calentada por la guerra fría, no entendía que una revista "tan imperialista" pudiera mencionar las virtudes de la Unión Soviética y su pueblo. Pedí ayuda al respecto a mis mayores y las respuestas fueron diversas:- eso sería durante la Gran Guerra Patria cuando ellos eran aliados de los soviéticos -dijo el marxista; - bah los rusos lo único que saben hacer es hierro y mierda- afirmó el cerrajero de carros- mientras que el carpintero planteaba con voz calmada - no se si son buenos o malos, solo se que son comunistas.
A pesar de las diferentes opiniones desde aquel momento tuve la impresión de que los rusos no eran tan malos como lo pintaban en un bando, ni tan tiernos e ingenuos como lo imponían otros. Los rusos, que por cierto era poco más que una herejía llamarlos así por aquellos tiempos(teniamos que decirles soviéticos), eran solamente hombres y mujeres, seres humanos metidos dentro de un sistema que nos lo vendían vestidos de pantalón negro y camisa de manga larga blanca, con el cabello cortado a lo militar, heroicos y solidarios, pero sobre todo socialistas.
Aunque entre amigos mostraba mi simpatía a Robert Fisher frente a Boris Spaski en el llamado match del siglo, tenía que ocultarla frente al resto de la humanidad por temor a ser acusado de penetración ideológica a pesar de que nunca dudé de la valía de los ajedrecistas soviéticos, sin dudas los mejores. También por temor a la intolerancia, que siempre nos ronda de algún lado, ocultaba en algunos círculos de amigos mi afición por películas  rusas, perdón soviéticas, como las de Tarkovski, Kalatasov o la literatura de Tolstoi y Dostoiefki, por solo citar algunos y muy pocos ejemplos.
Más adelante cuando tuve que compartir junto a ellos, siendo yo muchas veces quien solo hablaba español y ni una gota de su idioma, entre tantos "bolos" como le decíamos a escondidas por temor a un regaño al menos, pude comprobar que eran como nosotros, solo un poquito más rubios, más toscos, y menos olorosos, pero esto último me imagino que era porque no tenían "desodorante de tubito o colonia Fiesta".
Esta “cuerda” ruso-soviética me vino a la mente cuando después de una charla con un amigo que estudió varios años en Odesa, este me pidió que escribiera para su blog (http://carlosmolinasoto.blogspot.com.es/2013/07/un-amigo-de-la-infancia-escritor-poeta.html?spref=fb) a lo que yo alegué en otro post suyo que surgió al respecto:
"Al margen de todas aquellas consignas ideológicas, Rusia, y los pueblos que antes constituyeron "ese vasto espacio para soñar y vivir", es un país inmenso no solo por su extensión territorial, sino por todo lo que ha aportado a la humanidad. El tiempo de su himno es muy corto para que quepan sus grandes hombres desde Puskin a Eisenstein, de Mijail Tal a Karpov, de Zukov a Gagarin, en fin de tantos y tantos hombres y mujeres que han sabido estar a la altura de esa nación. Aunque no la he visitado en varios de mis escritos aparecen los personajes en sus lugares reales o ficticios, ya que escuchaba tanto de ellos que los llegué a imaginar. He conocido a muchos rusos y te aseguro que ninguno de ellos ha coincidido con ese estereotipo de bárbaro despiadado que le dan algunas películas, aunque como en todo tiene que haber de los malos. En fin me gustó mucho tu publicación y una vez más ha avivado el sueño de alguna vez visitar Rusia (por cierto los cubanos no necesitamos visa para entrar a ese país), y como bien dices, en silencio homenajear a todos esos que de una forma u otra, de uno u otro lado e ideología, indudablemente han forjado esa gran nación."
Creo que debo ser justo y  decir que le debo, en alguna parte de mi formación también a Rusia, lo confieso.


1 comentario:

  1. Como siempre leo, tal como siempre escribes, confieso que tus palabras me llegan como sí aún conversaremos en el estudio, en el "banquito" del pasillo, en el parqueo de bicicletas o camino al comedor, sólo que ahora, con el dolor de una distancia geográfica por tanta dosis de "soviético" que nos hicieron ingerir y nos espantó de nuestra tierra.

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