Buscando entre revistas, cuando niño,
encontré una de mis favoritas, la de ya desde entonces prescripta Selecciones
del Reader´s Digest: Era una vieja publicación de los años cuarenta donde hallé
entre sus paginas un articulo titulado "Lo que no sabemos de la
URSS". Mi adolescente mente, calentada por la guerra fría, no entendía que
una revista "tan imperialista" pudiera mencionar las virtudes de la
Unión Soviética y su pueblo. Pedí ayuda al respecto a mis mayores y las
respuestas fueron diversas:- eso sería durante la Gran Guerra Patria cuando
ellos eran aliados de los soviéticos -dijo el marxista; - bah los rusos lo
único que saben hacer es hierro y mierda- afirmó el cerrajero de carros-
mientras que el carpintero planteaba con voz calmada - no se si son buenos o
malos, solo se que son comunistas.
A pesar de las diferentes opiniones
desde aquel momento tuve la impresión de que los rusos no eran tan malos como
lo pintaban en un bando, ni tan tiernos e ingenuos como lo imponían otros. Los
rusos, que por cierto era poco más que una herejía llamarlos así por aquellos
tiempos(teniamos que decirles soviéticos), eran solamente hombres y mujeres, seres humanos metidos dentro de un
sistema que nos lo vendían vestidos de pantalón negro y camisa de manga larga
blanca, con el cabello cortado a lo militar, heroicos y solidarios, pero sobre
todo socialistas.
Aunque entre amigos mostraba mi
simpatía a Robert Fisher frente a Boris Spaski en el llamado match del siglo,
tenía que ocultarla frente al resto de la humanidad por temor a ser acusado de
penetración ideológica a pesar de que nunca dudé de la valía de los
ajedrecistas soviéticos, sin dudas los mejores. También por temor a la
intolerancia, que siempre nos ronda de algún lado, ocultaba en algunos círculos
de amigos mi afición por películas rusas, perdón soviéticas, como las de
Tarkovski, Kalatasov o la literatura de Tolstoi y Dostoiefki, por solo citar
algunos y muy pocos ejemplos.
Más adelante cuando tuve que compartir
junto a ellos, siendo yo muchas veces quien solo hablaba español y ni una gota
de su idioma, entre tantos "bolos" como le decíamos a escondidas por
temor a un regaño al menos, pude comprobar que eran como nosotros, solo un
poquito más rubios, más toscos, y menos olorosos, pero esto último me imagino
que era porque no tenían "desodorante de tubito o colonia Fiesta".
Esta “cuerda” ruso-soviética me vino a
la mente cuando después de una charla con un amigo que estudió varios años en
Odesa, este me pidió que escribiera para su blog (http://carlosmolinasoto.blogspot.com.es/2013/07/un-amigo-de-la-infancia-escritor-poeta.html?spref=fb)
a lo que yo alegué en otro post suyo que surgió al respecto:
"Al margen de todas aquellas
consignas ideológicas, Rusia, y los pueblos que antes constituyeron "ese
vasto espacio para soñar y vivir", es un país inmenso no solo por su
extensión territorial, sino por todo lo que ha aportado a la humanidad. El
tiempo de su himno es muy corto para que quepan sus grandes hombres desde
Puskin a Eisenstein, de Mijail Tal a Karpov, de Zukov a Gagarin, en fin de
tantos y tantos hombres y mujeres que han sabido estar a la altura de esa
nación. Aunque no la he visitado en varios de mis escritos aparecen los
personajes en sus lugares reales o ficticios, ya que escuchaba tanto de ellos
que los llegué a imaginar. He conocido a muchos rusos y te aseguro que ninguno
de ellos ha coincidido con ese estereotipo de bárbaro despiadado que le dan
algunas películas, aunque como en todo tiene que haber de los malos. En fin me
gustó mucho tu publicación y una vez más ha avivado el sueño de alguna vez
visitar Rusia (por cierto los cubanos no necesitamos visa para entrar a ese
país), y como bien dices, en silencio homenajear a todos esos que de una forma
u otra, de uno u otro lado e ideología, indudablemente han forjado esa gran
nación."
Creo que debo ser justo y decir
que le debo, en alguna parte de mi formación también a Rusia, lo confieso.
Como siempre leo, tal como siempre escribes, confieso que tus palabras me llegan como sí aún conversaremos en el estudio, en el "banquito" del pasillo, en el parqueo de bicicletas o camino al comedor, sólo que ahora, con el dolor de una distancia geográfica por tanta dosis de "soviético" que nos hicieron ingerir y nos espantó de nuestra tierra.
ResponderEliminar