Cuando ni leer sabía, mi madre antes de
dormir, o mejor dicho para dormirme, me leía un cuento, era una hermosa
costumbre de aquella época que nos llevó a muchos por los caminos de la
curiosidad y el saber .
A pesar de que ya había televisión desde
mucho tiempo antes, aquella tradición continuaba en muchas de nuestras casas.
Nunca olvidaré que una de aquellas lecturas nocturnas versaba acerca de dos
niños que se acostaban en la yerba a observar las nubes, cada uno de ellos las
veía transformando sus formas y así, según sugería su imaginación,
observaban lo que añoraban ver.
Al día siguiente, al llegar de la
escuela los imité, y aquellas blancas nubes que contemplaba acostado en el traspatio de la casa, a riesgo
de que me pasara una lagartija por encima, se me iban convirtiendo en todo
aquello que mi infantil mente inventaba. Tal vez por eso siempre me ha gustado
observar las nubes, siempre me dicen algo y sobre todo algo que quiero que me
digan.
No he sido meteorólogo pero si he estado
muy cerca de ellos pudiendo apreciar la tremenda capacidad y pasión que tienen muchos para la observación y
clasificación de las nubes, incluso sin tener que mirar la tabla que los puede
ayudar. Es común visitar una de las tantas estaciones de observación
meteorológica en cualquier alejado rincón de Cuba y ver asombrados como los
observadores meteorológicos, a simple vista, miran al cielo murmurando
triunfalmente mientras anotan: - estratocúmulo, cirro estrato - o ponen cara grave
asegurando - ¡ oh, cumilos nimbos ! -
presagiando un aguacero que inevitablemente se viene encima.
Me motivó a escribir sobre nubes un mensaje que recibí recientemente de una
muy especial amiga, me hizo recordar mi relación con las nubes, como en mi ya
lejana adolescencia escribí un poema a una nube o como me impresionaron las
nubes de Santa Cruz de la Sierra. Por eso le sugiero que cuando se sientan
solos o solas miren a las nubes, no le darán respuesta a sus inquietudes o
problemas pero podrán moldear con su imaginación todo aquello que deseen ver.
Hay que mirar a las nubes y así haces ejercicio con el cuello..muy bello el trabajo.
ResponderEliminarSiempre es bueno recordarle a uno que mire al cielo. Nos vamos olvidando. También es bueno mirarlo por las noches.
ResponderEliminarUn abrazo.
José Ramón