...y si te toca llorar, es mejor frente al mar...
Joan Manuel Serrat
Joan Manuel Serrat
Cierta vez realicé un
documental que trataba de unos niños con dificultades de aprendizaje y algunos
trastornos de conducta. Su profesor de música había ideado una terapia
consistente en que ellos mismos compusieran canciones donde reflejaban sus
problemas. Esos mismos niños conformaban un coro interpretando aquellas
canciones de su autoría colectiva o individual. El documental se llamó "Yo
quiero un coro así", hace mucho tiempo que no lo veo, recuerdo con mucho
agrado su realización. Finalizaba con el coro de niños cantando una canción
compuesta por su profesor, titulada "La Despedida" - ...la despedida,
que difícil es, deja a uno tan triste y lleno de pena porque se van... Mientras
las afinadas e infantiles voces entonaban su canción, inserté imágenes de un grupo de visitantes extranjeros
que se marchaban despidiéndose de aquellos alumnos con no pocas lágrimas.
De eso siempre me
acuerdo cuando alguien se va, de eso me acordé en estos días cuando de un golpe
me ha tocado despedirme de tres amigos, quienes en menos de una semana se irán
a otras partes del mundo en busca de eso
que llaman la felicidad, y cada vez siento como un concepto más
abstracto.
Me he pasado mi vida
despidiéndome, desde muy niño frecuentemente una pequeña mano se alzaba mostrando
sus dedos oscilantes en señal de adiós. Los vi marcharse confundiendo risas y
lagrimas, entre comentarios favorables o desfavorables acerca de su destino que
la mayoría auguraban incierto.
De adolescente fueron
aumentando las despedidas, sin dudas la más recordada: la de mi padre y
hermanos pequeños con el comentario de muchos diciendo que irse para allá era
como morir... en parte tenían razón, tomar la decisión de marcharse a vivir a
Estados Unidos u otro país no se tomaba como la intensión de progresar, sino un
ultraje o peor aún, una traición a la patria. Entonces empezaron a irse a tropel,
unos se despedían, otros ni lo hacían pues su nave era una rústica balsa que
abordaban clandestinamente a riesgo de que fueran capturados y condenados a
varios años de prisión, que no era nada comparado con el destino que se les
reservó el mar a muchos que nunca llegaron.
Así, de una forma u
otra las despedidas siempre fueron parte de la contemporaneidad de mi
existencia, cada día eran más los que se marchaban...hasta el día que tocó a
otros despedirme a mí.
Una vez aquí
comprendí que el amargo sabor de la despedida continuaba acompañándome. He
visto y veo compatriotas, bolivianos y de otras nacionalidades, amigos,
conocidos, ex alumnos, quienes también han tomado la opción de irse a otra
parte en busca de un futuro mejor.
La anterior tarde cuando la doctora Milagros
decía - me voy a Chile - , Mauricio,
también médico, se alistaba para volar a Londres y Miguel, recién graduado
universitario, prefería ir por tierra al
Cuzco, como dice la canción citada (por cierto, su autor también una vez
partió), me dejaron triste y llenos de pena por su partida y por qué no,
pensando: - ¿algún día me tocará ser otra vez el despedido?
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