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(Fotografías de Carlos Bravo y el autor)
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Para mi era solo un pequeño poblado de monótonas edificaciones al final de la Autopista del Mediodía, justamente donde terminaba su recorrido la ruta 36 de la cual se decía que tardaba siglos en pasar. Después supe que su nombre era en honor a un pueblo boliviano donde se expusieron los restos del guerrillero Che Guevara y parte de sus combatientes, en la lavandería del hospital local. Eso fue lo que le dio connotación en Cuba, tal vez más que en Bolivia donde Valle Grande se conoce tanto por su carnaval, su comida y su música, que por aquel acontecimiento.
Valle Grande a más de 2000 metros sobre el nivel del mar, con un envidiable clima y hermosa vegetación es una zona en la cual se puede apreciar una fusión de la inmensa diversidad cultural de Bolivia, lo que me hace pensar que la pequeña ciudad ha sido una especie de puente entre el oriente y el occidente boliviano formándose un marcado mestizaje que se aprecia desde la forma de hablar hasta el vestir, las comidas y la música.
Es notable escuchar hablar de sus habitantes como si fueran de un lugar ajeno. En cualquier región de la amplia geografía boliviana por extrema que sea se pondera el sabroso asadito vallegrandino, el sandwich de picana o simplemente el pan que elaboran de forma casera destacado por su buen buen sabor y que anuncian que lo han terminado de elaborar colocando una mesa con un mantel blanco en la puerta de la vivienda donde se ha hecho.
Una de los lugares que tuve la oportunidad de visitar en mis primeros tiempos en tierras bolivianas fue Valle Grande, durante dos fines de semana consecutivos acompañé a un amigo que impartía cátedra en una filial universitaria allí enclavada. Aunque en ninguna de las dos ocasiones coincidimos con su tradicional carnaval me contaron que desde que comienza no para hasta tres días después y que comida y bebida anda a mano suelta haciendo que el visitante se retire satisfecho de tan sincera hospitalidad.
De lo que si fui testigo fue de una guitarreada en la noche de despedida, aun recuerdo aquella música que surgió de una pequeña improvisación y terminó en un único concierto que describí en una carta enviada a mi hijo en noviembre de 2004 y de la que comparto algunos fragmentos:
"Estuve todo este fin de semana en Valle
Grande, salí el viernes temprano y pensé que me iba a aburrir pero todo
fue diferente a como imaginé, llegamos el viernes y mientras Carlos daba clases
en la noche caminé el pueblo que ya me conozco de memoria. Esta vez conocí a un
arquitecto que es también medio dueño del hostal donde nos alojamos e hicimos buena amistad, cuando se terminaron las clases fuimos a comer al restaurante de un alemán donde se
come de maravillas y hay una bella visión del pueblo.
A la mañana siguiente el arquitecto me llevó por
todo el pueblo que realmente es muy lindo y con características coloniales
donde sobresale la cultura indígena occidental, yo andaba con las cámaras y tomé muchas
fotos e imágenes de video ya que quiero hacer un documental sobre el lugar. Nos
fuimos adonde estuvo enterrado el Che y volví a hacer más fotos y vídeo.
En la noche nos invitaron a una fiesta de cumpleaños, cuando
llegamos a la casa no se sentía música ni nada, éramos los primeros y el
homenajeado nos recibió con cara de cansancio y nos explicó que desde las doce
de la noche lo habían despertado con una tradicional serenata y todo había
sido festejo, nos puso una jarra de chicha que es una bebida que se obtiene de
la fermentación del maíz y se consume desde la épocas remotas, ya me
habían advertido que no siguiera el ritmo de beber de los pobladores. Después
nos invitaron a pasar al patio y descubrimos que aquello era un grupo de
casas muy elegantes ya que parecen ser adinerados. Más tarde, de golpe se acabo el cansancio y llegó la alegría, comenzó a llegar gente, dos guitarristas empezaron a sonar sus
instrumentos con música típica de los valles, al poco rato sentí que se agregaba otro instrumento, pensé que alguien había puesto un amplificador, pero no, era un
charango, que se construye a partir de un quirquincho (tatú o
armadillo), lo tocaba un hombre que se me parecía a un mecánico de carros que
yo veía siempre allá en el barrio, más tarde se le sumó una mandolina y de una
habitación irrumpió un señor gordo con un guitarrón que parecía que era un todo
él y su instrumento, fue inolvidable, creo que pocos han tenido la oportunidad
de escuchar eso, no tengo como describirlo. Después de hacerse rogar un poco el del charango que se parece al mecánico cantó y fue como si paralizara la fiesta, su voz aguda y afinada parecía salir de aquellas casas que nos rodeaban y de todo el pueblo, no podía concebir que alguien cantara de esa forma y no se conociera su nombre, aquella voz era como la voz de aquellos valles de los que conoce tan poco el resto de la humanidad."
Ese fue el pedazo de Valle Grande que me llevé: afecto y alegría, hospitalidad sin publicidad. Una hermosa e inolvidable parte de Bolivia.
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Valle Grande, vista general |
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Valle Grande, vista general |
Valle Grande, vista general
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El autor con Valle Grande al fondo |
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Valle Grande, vista general |
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Lavandería del Hospital de Valle Grande
Lavandería del Hospital de Valle Grande (interior) |
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Casa de Valle Grande |
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¡Hay pan ¡ |
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Calle de Valle Grande |
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Mercado de Valle Grande |
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Calle de Valle Grande |
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Casa de Valle Grande (interior) |
Muy buen articulo y fotogramas , me alegro que se conosca el pueblo por su propia identidada y cultura y no por la de un extrangero aventurero y asesino que alli le ajustaron Cuentas
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