viernes, 20 de enero de 2012

Sí, de béisbol se trata

Industriales vs Las Tunas. Foto del autor


Una vez vi un cortometraje en el cual los padres le comunican a su hijo que ellos no eran terrícolas sino extraterrestres, que estaban cumpliendo una misión en la tierra y debían regresar a su planeta, el niño curioso le preguntó si en el planeta de donde eran oriundos e irían por el resto de sus vidas había  béisbol...
En aquel momento no pude tener la certeza de qué es vivir sin béisbol, como ahora. Vivir sin "la pelota", como también le decimos  los cubanos es una carga más al tedio de vivir lejos, y peor todavía con el mar fuera de los limites del país donde resido (que no es precisamente Suiza), donde el fútbol más que pasión es casi religión a pesar de los pobres resultados que han obtenido históricamente .
Cuando bates, guantes y pelotas eran accesibles, ese era el regalo al nacer un hijo varón. Muchos padres sonrientes  ante el primer llanto y la revisión entrepiernica exclamaban con orgullo - este va  ser pelotero. Porque la pelota es parte de cualquier cubano y aunque alguno que otro quiera negarlo no puede obviar que desde niños nos llenan el corazón nombres como José de la Caridad Mendez, Martin Dhigo, Conrado Marrero, Adolfo Luke, Miñoso, Changa Mederos, Huelga, Marquetti, Kendri, el Duke, los Mesa, Vinent, Lazo y muchísimos más, fallecidos, vivos, activos, en Cuba o cualquier parte del mundo, nos marcan como hijos de esa isla de bolas y strikes.
El béisbol, aunque alguna gente no lo entienda y diga que es un juego de ociosos, combina fuerza e inteligencia. Manager de un equipo no puede ser cualquiera, aunque todos los cubanos tenemos mucho de eso, hay que estar preparado para dirigir a sus jugadores  conociendo que al frente, en el otro dogaut está su rival pensando qué estará pensando él. Así, en estrategias y tácticas se desarrolla un juego de pelota, previendo cuando mandar a robar base a un corredor teniendo en cuenta la velocidad que este desarrolla, el tiempo que tarda el lanzador en hacer los movimientos y la potencia del brazo del receptor, por solo citar un ejemplo de lo que es el béisbol, un deporte cuyo reglamento es comparable con cualquier código legal.
Por eso lo amo, no tengo otra forma de describirlo a pesar que he sido mejor aficionado que jugador, debe haber sido por eso que de adolescente me  arriesgué a aglutinar un puñado de amigos del barrio y compañeros de estudio para  formar un equipo e irnos a jugar a otros barrios, para "echar  pitenes" que podía terminar lo mismo en derrota que en victoria (en la pelota no hay empate), o en ocasiones en tumultuaria pelea por una cuestionada decisión o alguna desproporcionada burla hacia algún jugador  o al arbitro (si había).
Muchas tardes y noches cambiábamos una salida a una fiesta o un escape al cine con la novia por irnos al Estadio Latinoamericano para ver jugar nuestro equipo favorito, allí todos nos transformamos y el callado gritaba a más no poder por alguna buena o mala jugada de su equipo o del contrario, da igual, pero el colmo del desgañite llegaba ante lo que suponíamos una mala decisión de cualquiera de los árbitros contra el equipo local.
Ferviente seguidor de los Industriales, aunque admirador de incontables jugadores de equipos rivales, siento ese amor por la pelota  como dice la canción. También me he sentido solo y no en la extensión del centerfiel en terrenos de béisbol como los de la Campana, el Potrero o la Cujae, sino en una ciudad llena de gente que no pueden imaginar qué cosa es un jonron. Por eso, entre mis tantos sueños, si de pelota se trata, sueño en azul. 


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