Si alguna vez quise ser torero también alguna vez se me ocurrió ser el salvavida, sí, uno de esos tipos fuertes a base de pesas, dorados de sol de la playa y rubios también a causa de tanto tiempo estar sometido al astro rey. Rodeado por esculturales mujeres en bikini, acechando desde su trono en alto al mar para ver si alguien estaba en peligro de ahogarse y salir en su auxilio con inusitada agilidad cruzando el trozo de mar que lo separaba de la víctima de un calambre, la montadura de un tendón o la expulsión mar afuera por la traicionera resaca.
De pequeño los veía inmensos, silbato al cuello presto a alertar o regañar a las intrusos que no respetaban las banderillas cuidadosamente colocadas indicando hasta donde podían bañarse sin peligro, o simplemente si en ese día por la furia de las olas, simplemente tenían que contentarse con descansar sobre la arena y dejar lo de meterse al agua para otra ocasión.
Tal vez por tanto tiempo desmareado, que no es lo mismo que desterrado pero se parece bastante, porque viví en un hermoso lugar que solo le faltaba el mar, olvidé mi vocación de salvavida, mi sueño de hacer pesas como un condenado, llenarme de músculos y subirme a la altura de la silla atisbando un posible rescate, aunque no fuera de una linda chica, en fin de cuenta en el público curioso siempre habrían unas cuantas admirándome como héroe y deseando ser la victima a quien le diera respiración artificial boca a boca hasta hacerla revivir como en una película .
Hoy en la playa mientras veía a el salvavida, no tan musculoso, ni rubio (que raro), en su trono con los brazos extendidos a todo lo ancho del espaldar de su silla, atisbando a los imprudentes bañistas que amenazaban irse a lo hondo desobedeciendo órdenes y banderas rojas (debían cambiarles el color porque esas dan ganas de jamás obedecerlas), pensé que esa profesión, por mí casi olvidada, es de las que nunca desaparecerán por mucha tecnología que aparezca. No imagino un robot sentado mientras cámaras de alta resolución observan presagiando el peligro, para cuando detecten a alguien ahogándose o en situación peligrosa enviar una señal a la computadora que inmediatamente remita al robot que convertido en veloz embarcación va en busca de la víctima, alzándola mecánicamente de las olas con brazos hidráulicos, para conducirla a la arena y allí con mangueras flexibles suministrarle oxígeno artificial para revivirla. Sería una terrible imagen, nada romántica y con poco viso de héroe, creo que nunca funcionaria y nadie de los presentes envidiaría ser la persona rescatada.
Así pasó de pronto asaltó a mi memoria la efímera vocación de salvavida que creo cambié poco después por la de maquinista de tren, pero ya esa es otra historia, ahora estoy cerca del mar y eso es fantástico.
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