El pasado domingo día, de
los padres, pasé la noche compartiendo con uno de mis hijos y un grupo de
amigos. Hubo canto y como casi siempre me acomodan como intelectual, me
buscaron para entonar canciones de Serrat, Sabina, Silvio y Pablo, aunque si me
hubieran puesto una de la Charanga Habanera u otra agrupación popular también
lo hubiera hecho, pero al final la victima de mi desafino fue” Yolanda” de
Pablo Milanés.
Desde mis tiempos de
estudiante era como una obsesión (mía y de algunos más), tener una novia con
ese nombre, pero nunca se dio. Recuerdo que conocí una chica muy graciosa,
delgada de pelo negro que se sabía todas las canciones de Jackson Five, pero
tenía un defecto: apellidaba igual que yo y saqué cuentas que si nos casábamos
y teníamos hijos sus apellidos me recordarían las aborrecidas raíces cuadradas.
Después en mi largo
transitar por la vida no he hallado ninguna mujer con ese nombre y así le
contaba hace poco a una conocida de Brasil quien me confesó que llevaba ese
nombre gracias a aquella canción que muchos en su país piensan que fue
compuesta por Chico Buarque y no por el querido Pablo. Poco después nuestra
conversación fue truncada por la presencia de otra cuyo nombre comienza con la
dichosa Y, pero que sigue con una amalgama de letras sin lógica combinación que
casi nunca recuerdo bien.
Creo que ya no ando buscando
“Yolandas”, ni abundan por estos lares, pero si me detengo en lo que esté
haciendo cuando escucho esa canción, para una vez más emocionarme al compás de...por
eso a veces sé que necesito, tu mano, eternamente tu mano...