DARÍO Y LA NOCHE
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La Noche es una novia vestida de
negro que corre por el cielo buscando al
Sol- dije.
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¿Y el Sol?- preguntó Darío.
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- El Sol es un joven acalorado y apuesto que alumbra
los rincones buscando a la novia.
-
¿Y los días?- volvió a preguntar.
-
Los días son esta hermosa y eterna búsqueda entre la Luna y el Sol- le respondí.
Entonces pude ver a Darío
llevarse la Noche
a su cuna porque no podía dormir sin ella.
En los campos, los grillos y las ranas
gritaban ofendidos al ver su concierto interrumpido, y las hormigas estaban aún
más bravas reclamando el dinero de sus entradas.
El marpacífico, cansado, quiso recoger sus
flores para dormir, y ellas decidieron no cerrar:
-
¿Quién puede entender la vida sin color rojo?- decían.
La lechuza no pasó esta vez por nuestros
tejados, asomó los ojos desde su cueva,
y al ver tanta claridad, creyó que era aún temprano para salir a volar.
Los cocuyos, apagados, quedaron entristecidos
porque ya los niños no corrían para alcanzarlos, sino para huir de ellos, pues
no hay, nada más parecido a una cucaracha voladora que un cocuyo sin luz.
Todos preguntaban:
-¿Quién robó la Noche ?
Y aún más alto se escuchó:
- ¿QUIÉN ROBÓ LA NOCHE ?
Y se oyó tanto esta pregunta en el pueblo y en
los campos, que el viento respondió en un susurro:
- Ha sido Darío, el niño que no sabe dormir de
día.
Una corriente de aire lanzó estas palabras
hasta los oídos del Sol, que sin perder tiempo comenzó a alumbrar por aquí y por allá buscando al niño. Llegó a casa a
la hora en que los pañales revoloteaban como mariposas blancas tendidos en el
cordel. Entró en cada habitación buscando a su amada. En una de ella escuchó la
respiración profunda y tranquila del niño debajo del mosquitero.
Aquel era el único lugar
en la tierra donde había anochecido. Asustada tras el tul se asomó la Luna , el dulce rostro de la
Noche. El Sol sin poder contenerse filtró
uno de sus besos y rescató a la novia.
Darío comenzó a llorar enrojecido y molesto.
Aquel repentino amanecer le había dejado
resplandor en lo ojos y sueño.
Entonces para darle un poco de paz lo llevé
hasta la ventana. Afuera, la
Noche se paseaba espaciosa, los grillos y las ranas
reiniciaron su concierto, el marpacífico bostezó cerrando sus flores, la
lechuza voló vigilando los tejados, y a lo lejos los niños y los cocuyos
jugaban al agarrado.
-
¡Que hermosa es la Noche cuando es de todos!- le dije.
Y quedó rendido en mis
brazos.
Cuando en las mañanas el
Viento recorre la casa y se levanta en remolinos sobre las montañas, le susurra
a todos que Darío aprendió a dormir de día, porque ya sabe que la Noche descansa enamorada
sobre las espaldas del Sol.