A mis doce años de edad llegó
a mis manos un libro, era una novela impresa en papel de bagazo, colección
Huracán. Su precio de 40 centavos se podía ver en la primera pagina, escrito
mano y con lápiz. Todos en la casa hablaban de aquella novela "Cien años
de soledad" y me consideré lo suficientemente maduro para leerla.
La leí de un tirón Gabo, al final
quedé un poco desconcertado, pensando que no la había entendido e
indudablemente fue uno de esos errores de adolescencia. Claro que la entendí,
mi vida fue otra desde aquella remota tarde en aquella casona en Cocosolo, que
hasta se me ocurrió parecido a Macondo, fui otro, quise escribir e incluso
hasta lo he intentado muchas veces.
Hoy fue un día distinto, durante las
11 horas que estuve ante mis clases de Oratoria, no leí como acostumbro tus
discursos "Ilusiones para el siglo XXI", ni "Botella al mar para
el dios de las palabras", del que te tomo prestado algo.
Hoy fue un día distinto, regresé por
un camino que nunca transito, incluso al llegar a casa me tomé una cerveza para
aliviar el calor, algo que nunca hago solo. Fue en eso momento que me apedreó
la noticia de tu partida, fue en ese momento que comprendí que aquel
libro mal encuadernado, que sus hojas volaban al primer viento y que creí que
no había entendido, me enseñó que puedo vivir 100 años sin conocer y conociendo
la soledad. Buena eternidad Gabriel García Márquez, permíteme despedirte como
una vez contaste que le gritaste a Hemingway en aquella calle de París, y que creíste
que no te oyó: MAESTROOOOOOOOO...
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