A mis doce años de edad llegó
a mis manos un libro, era una novela impresa en papel de bagazo, colección
Huracán. Su precio de 40 centavos se podía ver en la primera pagina, escrito
mano y con lápiz. Todos en la casa hablaban de aquella novela "Cien años
de soledad" y me consideré lo suficientemente maduro para leerla.
La leí de un tirón Gabo, al final
quedé un poco desconcertado, pensando que no la había entendido e
indudablemente fue uno de esos errores de adolescencia. Claro que la entendí,
mi vida fue otra desde aquella remota tarde en aquella casona en Cocosolo, que
hasta se me ocurrió parecido a Macondo, fui otro, quise escribir e incluso
hasta lo he intentado muchas veces.
Hoy fue un día distinto, durante las
11 horas que estuve ante mis clases de Oratoria, no leí como acostumbro tus
discursos "Ilusiones para el siglo XXI", ni "Botella al mar para
el dios de las palabras", del que te tomo prestado algo.
Hoy fue un día distinto, regresé por
un camino que nunca transito, incluso al llegar a casa me tomé una cerveza para
aliviar el calor, algo que nunca hago solo. Fue en eso momento que me apedreó
la noticia de tu partida, fue en ese momento que comprendí que aquel
libro mal encuadernado, que sus hojas volaban al primer viento y que creí que
no había entendido, me enseñó que puedo vivir 100 años sin conocer y conociendo
la soledad. Buena eternidad Gabriel García Márquez, permíteme despedirte como
una vez contaste que le gritaste a Hemingway en aquella calle de París, y que creíste
que no te oyó: MAESTROOOOOOOOO...
Ojala que la anécdota que motivó la historia que hoy publico nunca hubiese ocurrido, aun con gotas de humor y "final feliz", así entre comillas. Ojala que millones, porque estoy seguro que pueden pasar de seis cifras comodamente, de realidades que han generado o pudieran generar historias como esta, nunca hubiera que contarlas o callarlas. La isla entonces pesaría más y muchos no estuvieramos soñando con el mar. A Leopoldina, en realidad Ernestina o N, como abreviabamos su nombre, quien nos dejó hace algunos años ya en la New York que sólo conocía por King Kong, Cari Grant y Deborah Keer en "Algo para recordar", a todos los que han salido a cualquier parte del mundo a buscar su "trocito de felicidad", a los que se han quedado, con al menos el aliento que los otros lo encontraron, quiero dedicar este cuento, que cualquier semejanza con alguna realidad no fue pura coincidencia.
¡Llegaron los huevos!
A Leopoldina, después
de varios intentos por fin le dieron la visa para visitar a su hijo Fidelito,
quien años atrás se había ido a los Estados Unidos en una rústica balsa
confeccionada con cámaras de tractor ruso, un trozo de red tejida a mano y
varios pedazos de madera, que de haberla visto su madre seguramente hubiera
sufrido un infarto al no resistir la suerte que correría su único descendiente.
Nunca se le olvidarán los agónicos días que
pasó con la oreja pegada a la radio de onda corta, tratando de adivinar en
medio del ruido de la interferencia, la gritería del barrio y la acechantemirada de su hermano Ramón, quien al
visitarla y atraparla en el fragante delito de escuchar la “radio enemiga” le
espetaba una charla sobre el bloqueo, matizada con una parrafada del Manifiesto
Comunista y algunas citasde El Capital,
que él mismo nunca entendió pero que sé aprendió de memoria.
Trece días después de
desaparecer Fidelito del barrio, una amiga que escuchó “por casualidad” la
innombrable emisora le dijo que habían dicho que su hijo llegó desfallecido y
medio achicharrado por el sol tropical al que se expuso por más de una semana,
y años despuésella pensaba que aquello
no fue nada comparado con la casi infinita cola de más de 5 meses que tuvo que
hacer frente a la Oficina de Intereses bajo lluvia, sol, sereno, frío, sed y
muchas otras calamidades, y ni qué decir de la cantidad de tramites, así como
dinero que gastó en las interminables gestiones para viajar a Miami donde
reside su querido hijo. Pero el día llegó y allá se fue al aeropuerto
acompañada por su hermana Olga, refunfuñando por haberse perdido una vieja
película mexicana que dieron en la televisión la noche anterior porque tuvo que
acostarse temprano para estar en el dichoso aeropuerto casi de madrugada.
Como Leopoldina padecía
de presión baja, anemia, diabetes y tres o cuatro enfermedades más, Olga se
hizo acompañar por su vecino Fermín-
Porque él es un muchacho bien preparado, sabe hablar inglés y ná que a lo mejor
se presenta algo, que Dios no lo quiera y puede ayudar -y así fue, porque después de pasar alsalón previo a la salida, un agente de
inmigración preguntó con voz grave: - ¿Los familiares de Leopoldina Latóz, por
favor ? - Olga no quiso oír más y se echó a llorar pensando lo peor, entonces
Fermín con voz y paso decidido de pies planos alzando su mano derecha gritó -
¡Aquí!- El agente le entregó la caja de tabacos y varias tabletas de PPG
previniéndole que era seguro que en el próximo destino serían confiscadas, así
que era mejor que no las llevara.
Una vez reparados del susto y comprobando que
el avión levantaba vuelo perdiéndose en el cielo azul, regresaron a sus casas.
Tres horas más tarde
sonó el teléfono en casa de “la China”, la presidenta del comité, quien era la
única que tenía teléfono en la cuadra por lo que se sitúo el puesto de mando en
su sala para esperar noticias, en la sala de la casa se encontraba Olga,
renegando porque no pudo escuchar la novela de las dos, Fermín, quien ese día
no fue a trabajar y“se cogió el día”
por vacaciones, Chinita, la hija de La China y su novio Erickson, un gigantesco
pelicolorao noruego con mas cara de vikingo que el propio Erick El Rojo, el
cual lógicamente no entendía ni papa de español como se dice en buen cubano,
Estola, una vecina con su esposo Pepe el camionero, que tenía el camión roto
por lo que estaba “interrupto” aunque llevaba consigo su bicicleta “Forever”
disponible para por si acaso; Ramón, siempre preocupado porque su hermana podía
enfermarse - y allá ni la educación ni la salud son gratis - mientras que Igor
Brian su hijo que en voz alta le espetaba que ya su tía estaba muy vieja para
ir a la escuela - y él lo miraba con reprobación señalando disimuladamente al
extranjero quien - ¿que iba a pensar de la juventud? -Además en la pequeña sala de la casa había
algunos vecinos que entraban ávidos de noticias, más los niños pequeños que ese
día no asistieron al circulo infantil que estaba cerrado porque no entró agua.
Cuando sonó el timbre del teléfono todos se
tiraron al aparato, Fermín ágilmente logró descolgar primero, se llevó el
auricular a la oreja derecha e instantes después dijo al grupo de desesperadas
personas - Es de allá, sonó el pitico, alo alo ¿Who is called? - menos mal que
el sabe inglés - comentaron los impacientes espectadores - Ah es Fidelito ¿cómo
le va a la vieja por allá? - todos miraron con alegría, el vikingo no entendió
nada pero también sonrió - ¿cómo, que no ha llegado, que habrá pasado coño?
- ¡Ay! - gritó Olga - ¿qué le pasó a mi hermana?
- Dice Fidelito que la
está esperando en el aeropuerto de Miami, que han llegado todos los aviones de
la Habana y de ella nada -comunicó el
improvisado vocero al publico al tiempo que tapaba el micrófono - ¿qué hago Fide,
ah, está bien, chao; él llamará en media hora, caballeros hay que ponerse para
esto porque parece que la vieja Leopoldina se perdió.
- Ay mi hermana, tan
buena que era - gimió Olga
- Mi tía se perdió –
lloró a viva voz el niño
-Coño, que embarque,
ella me iba a echar la carta en el bombo internacional - pensó contrariado Igor
Brian mientras Ramón lo miraba fulminantemente asegurando después con precisa
calma- Lo más probable es que la hayan
secuestrado los de la mafia anticubana de Miami, por lo tanto debemos
movilizarnos y denunciarlo ante la opinión publica nacional e internacional.
-Liberen a Leopoldina- gritóla China emocionada.
- Que devuelvan a
Leopoldina - exclamaron acopladamente los niños entre sollozos.
Olga se desmayó, Violeta otra vecina fue a
buscar alcohol para reanimarla mientras que Pepe insistía en llevarla para el
hospital en su bicicleta. Igor Brianen
silencio disfrutaba la escena con una sonrisa burlona que se acrecentó al ver a
su padre garabateando consignas enardecidas en su agenda, con el propósito de
lograr lo más rápido posible la liberación de su hermana presuntamente
secuestrada. Ya se imaginaba entrevistado en el noticiero de las ocho de la noche, mintiendo
emocionadamente que su hermana siempre había sido una combativa cederista,
destacada en donaciones de sangre, trabajos voluntarios y vigilantes guardias.
Por su parte Chinita,
la hija de La China aprovechó la confusión para irse con Diamante, su anterior
novio cubano a quien poco le importaba el compromiso con el noruego que sentado
en la sala de aquella casa de locos tropicales, sòlo asentía, negaba, reía o
ponía cara de disgusto según apreciaba el desarrollo de los acontecimientos.
El timbre del teléfono
sonó de nuevo pero esta vez ya no hubo disputa pues todos coincidieron que por
Fermínsaber inglés tenía todo el
derecho a ser quien recibiera las llamadas de Estados Unidos u otro país de
habla inglesa.
- Fidelito, si... dime -
gritó - ¿nada? coño mi hermano, resignación, si, si, nosotros vamos a
investigar por acá, oye yo te mandé una carta con ella pero bueno, oigo, halo,
halo please, me cago en diez - dijo virándose para los demás quienes seguían la
conversación atentamente - que jodienda, se cayó la llamada pero logró decirme
que todavía nada.
De nuevo comenzó la gritería y el desconsuelo
de familiares y amigos, el vikingo puso cara de angustia aunque seguía sin
entender nada. Pepe por encargo fue para La Plaza a comprar velas mientras que
Olga, quien estaba destruida, fue a su casa acompañada por Chinita (quien ya
había terminado con Diamante) a buscar una fotografía de su hermana.
Ramón no perdía tiempo y buscaba en la agenda
los números telefónicos de varios conocidos “- que están arriba”- para
rápidamente comenzar al campaña mundial por la liberación de la compañera
Leopoldina, pero no le quitaba la vista de encima aIgor Brian, quien ya intentaba entablar una
conversación con el noruego que le resulto sospechosa pues detectó cuando su
hijo le preguntó a Fermín cómo se decía carta de invitación en inglés.
Luego de tres
desesperanzadoras llamadas de Miami, que por supuesto atendió Fermín, nombrado
oficialmente representante del barrio para las relaciones internacionales,
comenzaron a perder todo tipo de esperanzas, alguien hasta sugirió que ya
podían encenderse las velas frente a la fotografía de Leopoldina, pero su
hermana dijo que nó, que había visto en una telenovela mexicana, que Chinita
alquiló en el banco de Alexis, que a una señora le había pasado lo mismo y
apareció diez años después casada con un millonario americano.Sin embargo las velas se encendieron pero por
otro motivo... llegó el familiar apagón el cual fue recibido con improperios y el
consabido recuerdo a las madres de los presuntos causantes. En medio de la
oscuridad sonó el teléfono, Fermín, confiado ya en su autoridad para con el
aparato no se apuró. Del otro lado de la línea Fidelito, con la voz
desconsolada y sollozante le decía que su madre no había llegado, que todo
quedaba en manos de Dios y que no volvería a llamar hasta por la mañana porque
las llamadas estaban muy caras. Su interlocutor le contestó que no se
preocupara, que todos estarían en vela hasta tener noticias.
A las 11 y media vino la luz, todos tenían
hambre, pues nada habían comido durante el día. El vikingo pareció comprender y
sacó de su jeans un billete de 20 dólares. Pepe casi se lo arrebató de la mano
y a gran velocidad en su bicicleta “Forever”, fue para la cafetería Rumbos que
estaba abierta las 24 horas a comprar algo que comer y algunos refrescos. Ramón
continúo elaborando ardientes consignas mientras que Igor Brian se fue para el
patio con el radiecito de pilas a escuchar clandestinamente “Radio Martí”con el afán de averiguar sobre su tía.
La mañana los
sorprendió a todos dormidos, Ramón, quien siempre daba el ejemplo fue
lógicamente el primero en despertar dando el “de pie” al estilo con que se
hacía en “los gloriosos albergues cañeros” de los años 60 y 70, cuando no sé
perdió ni una "zafra del pueblo". Enseguida todos se despertaron, se
estiraron ruidosamente y comenzaron a contarse unos a los otros sobre lo buena
que había sido Leopoldina en vida. El teléfono sonó y todos los oídos quedaron
atentos a la voz de Fermín de quien ya su protagonismo comenzaba a levantar
envidia en algunos de los presentes.
- Halo, ah Igor Brian
es para ti... y apúrate.
Como todos estaban
aburridos de hablar lo mismo (alguien susurró que podían jugar una partida de
dominó pero lo pulverizaron con solo mirarlo) sin ponerse de acuerdo hicieron
silencio para escuchar descaradamente lo que el joven hablaba y no parecía importarle
que escucharan - Eh ¿sí? Que bueno, así que ya llegó la inscripción de
nacimiento del abuelo, que eficientes son esos gallegos, bueno mañana mismo voy
a marcar en la embajada de España, al instante todas las miradas fueron a Ramón
quien solo murmuró algo relacionado con la xenofobia en Europa.
Entonces el tiempo se
detuvo, todo se olvidó, hasta los mosquitos se paralizaron por un instante
precedido de un grito- ¡Llegaron los huevos! Sin previo aviso todos se lanzaron
libreta de abastecimiento en mano a la cola de la carnicería dejando solo al
pobre noruego que con su cara de comemierdano entendía nada de lo que pasaba.
El teléfono sonó de
nuevo y al pobre escandinavo no le quedó más remedio que descolgar – Halo -
dijo tímidamente - Oye Fermín -habló
Fidelito del otro lado -la vieja ya
está aquí, lo que pasó fue que ella al ver la colatan larga enel avión para Miami se puso en otra que había menos gente y era una
salida para Burkina Faso, imagínate como dio vueltas por todo el mundo la pobre,
pero ya está aquí mi hermano, coño si hasta me dio ganas de llorar cuando me
vio y me dijo - Fidelito mijo que gordo estás. El noruego no entendió nada, miró
a su alrededor y no había nadie, entonces discretamente colgóel teléfono.