domingo, 30 de noviembre de 2025

Del cine silente al streaming

Desde la aparición del cinematógrafo en 1895 hasta las plataformas de streaming del siglo XXI, el audiovisual ha experimentado transformaciones tan profundas que obligan a cuestionar si seguimos hablando del mismo “cine”. Cada etapa tecnológica —el cine silente, la irrupción del sonido, la televisión, el video doméstico, la digitalización y finalmente el streaming— ha alterado no solo el lenguaje expresivo, sino también la conducta, la percepción y la capacidad interpretativa del espectador. En este escrito examinaremos cómo estos cambios han afectado la realización audiovisual y si el espectador contemporáneo mantiene la misma actitud y aptitud que sus antecesores. 
 1. Del cine silente al sonoro: el primer cambio estructural 
El cine silente estableció un lenguaje visual puro, basado en el montaje, la intensidad del gesto actoral y la composición de planos. La llegada del sonido en 1927 no fue un simple añadido técnico: modificó el modo de narrar y redujo la abstracción visual. Los diálogos, el diseño sonoro y los géneros musicales transformaron radicalmente la puesta en escena. Este paso inauguró una tendencia constante en la historia del audiovisual: cada tecnología inaugura un nuevo modelo de percepción y obliga a replantear el lenguaje. 
2. La televisión: un medio doméstico con un lenguaje propio 
La televisión introdujo un factor inédito: el audiovisual trasladado al hogar. La pantalla más pequeña y la baja resolución favorecieron el uso de planos medios, primeros planos y grandes primeros planos. La puesta en escena se volvió íntima y directa, mucho más dependiente del diálogo y la continuidad narrativa. A esto se sumó un fenómeno psicológico: En el cine, el espectador invertía transporte, tiempo y dinero, por lo que era menos proclive a abandonar una película. En la televisión, bastaban pocos minutos para cambiar de canal o apagar la televisión y hacer otra cosa, lo que obligó a que las historias tuvieran un ritmo más ágil y enganches más cortos. La televisión consolidó un espectador impaciente y un lenguaje audiovisual más explícito. 
 3. La digitalización y el video: el nacimiento del espectador fragmentado 
El video doméstico, primero en Beta y VHS y luego en DVD, introdujo la pausa, el avance rápido y el retroceso, herramientas que anticiparon el comportamiento actual. Aunque todavía moderado, el espectador comenzó a controlar el flujo narrativo, debilitando la temporalidad rígida del cine tradicional. Simultáneamente, la digitalización abarató costos y democratizó la producción audiovisual. Directores, canales y anunciantes adoptaron recursos típicos de la televisión: narrativas más rápidas, encuadres cerrados y estructuras episódicas, incluso en obras cinematográficas. 
4. Streaming: la ruptura del modelo clásico de recepción 
La aparición del streaming constituye la revolución más profunda desde la llegada del sonido. Por primera vez, el espectador controla absolutamente la experiencia audiovisual: Pausa en cualquier momento Salto de escenas Avance hasta el final Elección inmediata de otra obra Visionado simultáneo a otras tareas Ritmos de reproducción alterados (1.25x, 1.5x) Además, el contenido ya no se adapta únicamente a un lenguaje estético o artístico, sino también —y muchas veces sobre todo— a lógicas algorítmicas de retención de audiencia. Todo lo anterior trajo apreciables consecuencias en la realización cinematográfica entre las que podemos señalar: 
 - Mayor velocidad narrativa: introducciones cortas y puntos de enganche más frecuentes. 
- Desaparición de la pausa contemplativa: la escena poética o lenta se penaliza con abandono. 
- Arcos dramáticos diseñados para el maratón o binge-watching
- Estandarización global: obras pensadas para públicos internacionales, con códigos universales y menos particularidades culturales. 
- Hibridación estética: series con lenguaje cinematográfico y películas con estructuras episódicas. - Dictadura del dato: decisiones creativas guiadas por estadísticas de abandono y patrones de consumo. El resultado es un cine que, aunque conserva elementos estructurales del pasado, ha modificado profundamente su arquitectura narrativa, su temporalidad y su ritmo. 
5. Otra pregunta latente consiste en el nuevo espectador: ¿es más pasivo o más exigente? 
La pregunta sobre la actitud y aptitud del espectador contemporáneo merece matizaciones. 5.1. Un espectador más pasivo en el control cognitivo 
- Suele consumir contenidos mientras realiza otras tareas. 
- Cambia de obra ante el más mínimo indicio de aburrimiento. 
- Su tolerancia a la ambigüedad, el silencio o la narración lenta ha disminuido. 
- El algoritmo sustituye la búsqueda personal: ve “lo que le recomiendan”, no lo que descubre. 5.2. Pero simultáneamente más exigente en lo formal 
- Reconoce códigos narrativos con mayor rapidez que generaciones anteriores. 
- Exige calidad visual y sonora. 
- Tolera menos los errores de guion, los vacíos de continuidad o la falta de ritmo. 
- Compara obras de diferentes países y plataformas. 
5.3. ¿Menor inteligencia narrativa? 
No se trata de menor inteligencia, sino de un cambio en la forma de atención. El espectador de hoy posee habilidades para: 
- Procesar estímulos rápidos 
- Reconocer patrones audiovisuales 
- Interactuar con múltiples dispositivos simultáneos 
No obstante ese espectador ha perdido, en muchos casos: 
- Capacidad para la atención prolongada 
- Disfrute de la dilación narrativa 
- Disposición a la interpretación lenta y simbólica 
No es menos apto: es apto para otro tipo de lenguaje. 
6. ¿Es el mismo cine? ¿Es el mismo espectador? 
Si el cine se define por su tecnología, su lenguaje y su modo de recepción, la respuesta es clara: No, no es el mismo cine. La esencia permanece —imagen en movimiento, narración visual—, pero su naturaleza expresiva se ha reconfigurado en: 
- Ritmos más veloces 
- Estructuras condicionadas por datos - Hibridación con televisión y videojuegos 
- Lenguaje más internacional 
- Recepción fragmentada y controlada por el espectador Con relación al espectador: Tampoco es el mismo espectador. 
- El espectador clásico ingresaba a una sala oscura, se entregaba a la obra y respetaba su temporalidad. 
- El espectador contemporáneo administra la obra, decide su ritmo, controla su experiencia y exige estímulos constantes. 
- Es otro tipo de sensibilidad, no necesariamente inferior, pero sí menos dada a la inmersión profunda y al tiempo poético. 
Conclusión 
La revolución tecnológica no solo ha transformado el modo de producir audiovisuales, sino que ha reconfigurado la sensibilidad colectiva. El streaming, con su lógica algorítmica y su dominio de la experiencia, ha creado un espectador distinto y un cine distinto: más rápido, más accesible, más inmediato, pero también más condicionado por la economía de la atención. El desafío actual consiste en preservar la riqueza narrativa, la complejidad estética y el valor artístico en un entorno que premia la velocidad y la inmediatez. El cine de hoy es heredero del pasado, pero su esencia ya no es la misma. Y el espectador, aunque sigue siendo humano, ha sido moldeado por un ecosistema tecnológico que redefine su forma de ver, sentir y comprender las imágenes.