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Tengo por un gran sentimiento por la naturaleza, me debe venir de mi formación como geógrafo y los andares en aquellas maravillosas prácticas de campo donde no reparamos en paisajes, ya fueran marinos o terrestres. En aquella carrera nos inculcaron el afán de investigar, el ansia de conocer. Desde aquel entonces, soñábamos con salir de los límites de nuestra pequeña y hermosa isla y sus cayos adyacentes.
Unos soñaban con los desiertos australianos, otros con la Amazonia brasileña, el Lago Titicaca o el impenetrable polo sur en la Antártida. Entonces recuerdo que una de nuestras compañeras, más bien baja de estatura pero de escultural figura afirmó que ella soñaba ir a Los Everglades. Todos la miramos asombrados y casi al unísono preguntamos - ¿A los Everglades?
Aún sonrojada mantuvo firme expresar su sueño al tiempo que alguien le decía que allá solo encontraría caimanes y serpientes venenosas. La que siempre se sentaba a la derecha le decía que eso era en "la yuma" y el de la extrema izquierda después de verificar en su mapa de escala 1:500000 la miró con desconfianza añadiendo que eso estaba cerca de "Mayami, la cuna de la gusanera". Pero haciendo caso omiso del criterio que pudiera cualquiera verter sobre ella por soñar, agregó con sabiduría académica, como si estuviera exponiendo ante un tribunal evaluador, que era uno de los mayores humedales del planeta con un ecosistema muy conservado tanto en especies vegetales como animales y que para cualquier geógrafo, biólogo u otra especialidad a fin, sería muy interesante esa experiencia. Ante tal argumento pasamos a otro tema y de aquella conversación solo quedó el momentáneo apodo de la muchacha de Los Everglades al referirnos a ella, pero que pronto sucumbió y volvimos a llamarle la muchacha de...una parte de su hermoso cuerpo que se destacaba entre sus muchos encantos.
Aún sonrojada mantuvo firme expresar su sueño al tiempo que alguien le decía que allá solo encontraría caimanes y serpientes venenosas. La que siempre se sentaba a la derecha le decía que eso era en "la yuma" y el de la extrema izquierda después de verificar en su mapa de escala 1:500000 la miró con desconfianza añadiendo que eso estaba cerca de "Mayami, la cuna de la gusanera". Pero haciendo caso omiso del criterio que pudiera cualquiera verter sobre ella por soñar, agregó con sabiduría académica, como si estuviera exponiendo ante un tribunal evaluador, que era uno de los mayores humedales del planeta con un ecosistema muy conservado tanto en especies vegetales como animales y que para cualquier geógrafo, biólogo u otra especialidad a fin, sería muy interesante esa experiencia. Ante tal argumento pasamos a otro tema y de aquella conversación solo quedó el momentáneo apodo de la muchacha de Los Everglades al referirnos a ella, pero que pronto sucumbió y volvimos a llamarle la muchacha de...una parte de su hermoso cuerpo que se destacaba entre sus muchos encantos.
Más de 20 años después, y porque como dice el dicho el mundo da muchas vueltas, dos de los que participamos en aquella conversación y formamos parte del coro de la referida pregunta, además de pensar en la lejanía más que física, política, con aquel lugar, mi amigo y geógrafo también Gilberto Gonzales, nos encontramos listos para entrarle en una mañana de Navidad a Los Everglades. Esta vez sin cuadernos de notas, ni profesor guía, ni pomos para tomar muestras, ni termómetros, barómetros u otro instrumento de medición. Nuestro equipaje consistía en aquello que deseamos tener y apenas pudimos en nuestros tiempos de estudiantes: cámaras fotográficas, trípodes, lentes y filtros.
Nunca más volvimos a saber de la muchacha de lo Everglades ni si pudo cumplir sus sueños, pero si así no fue, nosotros logramos hacerlo por ella.