Pero Pancho para mí no es
uno de esos seres divinos, categoría que no sólo se le ha aludido a religiosos,
también a artistas y hasta a dictadores, es como mismo dice él alguien que ha
pecado, que le gusta el fútbol y hasta en alguna ocasión tuvo novia.
Por eso quise ver las
reacciones de las personas que estaban a la otra orilla del altar y vi caras de
resignación, de dolor y felicidad, allá estaba el violador y la violada, el pobre
que pide ser favorecido y el rico que pasa meses sin pagarle su salario, el
bandolero tratando de robar la billetera o el celular y entre empujón y empujón
rezando para que no lo descubra la posible victima que también reza. Y mientras
Pancho clamaba por los excluidos, los pobres y los marginados, allí también con
caras de santurrones y santurronas estaban los excluidores, los ricos (que sí
entran al reino de los cielos porque el dinero abre todas las puertas), y
los marginadores. Eso fue lo que vi del otro lado del altar
aquí en Santa Cruz de la Sierra.
Ya Pancho se fue rumbo a
Paraguay con su batimovil, perdón su papamóvil y
su homilía cercana a la barricada, allá al igual que en esta tierra y en la que
lo precedió las mismas caritas de yo no fui, el gesto de
arrepentimiento, muchos rezos y poco pan, porque aunque lo aplaudan y hasta
lloren con sus plegarias, casi nadie está dispuesto a compartir lo que tiene: -
para eso están los comunistas - piensan, y a fin de cuentas ellos tampoco lo
hicieron.