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"Valparaiso, qué disparate eres, qué loco, puerto loco..."
Pablo Neruda
Valparaiso parece sonreir irónicamente al tiempo y la gravedad. De golpe me devolvió la imagen de un puerto maritimo con pequeños y grandes barcos atracados en los muelles, gente de mar, contenedores, estibas, gruas, olor a salitre y gaviotas por doquier, tal vez algunas descendientes de aquellas que inspiraron a Neruda.
Pablo Neruda
Valparaiso parece sonreir irónicamente al tiempo y la gravedad. De golpe me devolvió la imagen de un puerto maritimo con pequeños y grandes barcos atracados en los muelles, gente de mar, contenedores, estibas, gruas, olor a salitre y gaviotas por doquier, tal vez algunas descendientes de aquellas que inspiraron a Neruda.
Ciudad increible con casas de cualquier color colgando en los cerros, como si de pronto fueran a deslizarse y caer en brazos de las embarcaciones que dibujan y resguardan ese trozo de costa chilena.
El contraste de lo nuevo y lo antiguo matizan el encanto de sus calles y lo mismo de anchas avenidas que de angostas e inclinadas callejuelas.
El tren suburbano o metro como muchos le llaman, rapido en su deslizar, moderno, limpio, con voces entonando canciones conocidas y la tropa de orgullosos trolebus cargando con la dignidad de sus años por toda la ciudad, junto a los antiguos y también alegres funiculares llevando a la gente calle arriba, ayudando a escalar los cerros, exhibiendo al desnudo chirriantes engranajes y rieles divertidos por el oxido, negados a dormir una eterna siesta.
Y la brisa de aquella tarde, algo fría pero perdiendo la apuesta con el ardiente sol que acariciendo pieles y calles ganaba indudablemente la pugna climatica.
Por tus calles, Valparaiso, quiero volver a caminar, o no sé... más bien navegar.